Pierre
Soulages
(1919
– 2022)
Fue
un pintor francés llamado el “pintor del negro”, por su interés
por este color y por su uso casi exclusivo a partir
de 1979, en que se da
cuenta
que el negro le permitía reflejar la luz.
(Aunque
sólo hay un color, la composición (la distribución del color está
muy cuidada) Las estrias casi horizontales surgen del negro total de
la izquierda. Las superiores tienen una inclinación ligeramente
descendente. Las inferiores una inclinación ascendente. Ambas
convergen en esa especie de raya inclinada, a partir de la cual todos
los trazos son horizontales. Entre ambas partes y junto a la parte
del negro total, hay unas estriás muy inclinadas, que aportan mucho
dinamismo a la composición. La vista del espectador recorre todo le
cuadro guiada por las direcciones de las diversas estrías.)
Este
cuadro me parece como el reflejo de una parte negra en un lago, o en
una superficie, que también es negra. Imágenes concretas no veo
ninguna, solo veo superficies negras, que emiten luz y en las que
parece que cada una se refleja en la otra sin que ninguna predomine
sobre la otra. Es como si una luz se reflejase en otra luz.
A
partir de 1979
pintará cuadros completamente negros, en los que manipula la pintura
creando texturas y surcos mediante espátulas, racletas o cuchillos.
Así
se generan reflejos que varían dependiendo de la iluminación y la
posición del espectador.
El
negro deja así de absorber la luz y se convierte en un negro
luminoso, en un negro que emite claridad, que emite una luz que puede
considerarse como una luz secreta.
A
estas obras las denomina outrenoirs,
“otro negro”.
En
esta serie de paneles, aparentemente todos del mismo material,
colocados sobre el suelo, la luz parece salir de cada uno de ellos
por un sitio diferente. En los cuatro paneles situados en la parte
trasera, la luz que sale está situada de tal modo que se forma una
especie de onda luminosa. Los tres paneles de la parte delantera,
y son poco visibles, y
forman una onda de no luz que dialoga con la primera. La raya de luz
que hay en la base de algunos paneles es sorprendente. Es una luz que
nace y muere allí. No ilumina nada más.
Hay
críticos, que a mí me parecen que solo hacen crítica literaria,
que consideran que: Dando
un significado metafísico a las capas negras de pintura y su
posterior raspado, Soulages evoca el
nacimiento de la vida de la oscuridad, y
la
naturaleza del alma humana, que
busca la luz en cualquier circunstancia.
Otro
crítico considera que: Soulages
nos lleva al principio de la Creación, cuando de la oscuridad total
Dios hace surgir la luz, y con ella todo el universo. Soulages
es, desde esta óptica, un creador de lo primigenio.
Con
motivo de la retrospectiva del 2002 en el Georges Pompidou se
escribe: La
emoción que suscita la obra de Soulages parte de una intensa apuesta
por la abstracción y de una pureza extrema: son lienzos en los que
el color (o no-color) negro actúa como un espejo del interior.
Superficies profundas que no invitan a penetrar en ellas, sino que
nos devuelven el reflejo y nos lanzan hasta el interior de nuestro
propio ser.

(Dos
vistas del mismo cuadro en los que varía la dirección de la luz que
incide sobre él.)
Para
Pierre Soulages siempre importó más el resultado del trabajo, la
obra terminada y considerada como un objeto, que toda esa
especulación estética o filosófica que inevitablemente surge
alrededor del proceso creativo. En una entrevista confesó que
“poco importan las clasificaciones. Sea cual sea la etiqueta que se
me cuelgue, yo no hago de ello ningún drama”.
La
vida de Soulages, su trayectoria o sus intervenciones en medios,
proyectan esta imagen de discreción y sencillez propia del
artista/artesano, aquel que está menos ocupado en posicionamientos o
manifiestos y más en un oficio meticuloso y constante. Abandona la
Escuela de Bellas Artes de París por desinterés y se introduce en
la abstracción gracias a Sonia Delaunay, a la que conoce durante la
ocupación alemana de Francia. Adquiere fama después de finalizar la
guerra y, tras un viaje a Estados Unidos, entabla amistad con Rothko,
Motherwell o de Kooning.
A
menudo cuelga sus obras en el centro de habitaciones o espacios de
exposiciones. Lo hace porque prefiere las pinturas como paredes en
lugar de ventanas, pero no he encontrado ningún escrito o
declaración en la que explique la razón de esta preferencia.
Esta
manera de colocar los cuadros posibilita mucho ver las variaciones de
la luz/color al variar la posición del observador, y al variar el
lugar de donde procede la luz que se refleja en los cuadros. En la
foto que muestra varios cuadros colgados, se ve perfectamente las
variaciones del negro, dependiendo de lo que
he acabado
de decir y de la dirección de los surcos marcados en los cuadros.
Estos
dos paneles colocados uno junto al otro, nos muestran unos ritmos y
unos tonos que se complementan. Las estrías de la parte superior de
cada uno de ellos son muy similares, unas parecen ser la continuación
de las otras, pero las de la derecha son algo más estrechas que las
de la izquierda. En el cuadro de la derecha el negro total de la
parte central contrasta con el negro de la parte inferior del cuadro
de la izquierda. La misma variación hay entre el negro central de la
parte izquierda y el negro inferior de la parte derecha. Aquí se ve
una auténtica interacción del color, la intensidad del color negro,
en las zonas lisas, parece depender de que el negro rayado esté
encima o debajo de la parte rayada, así como del ancho de las
estrías rayadas.
Este
cuadro me parece como el nacimiento de la luz. Es la luz abriéndose
paso a través de la oscuridad total. Pero es una luz que sólo va al
espectador, que va directamente a él. No va ni hacia arriba, ni
hacia abajo, ni a derecha, ni a izquierda. Es una luz que habla miles
de lenguajes y a cada espectador le habla en el suyo. Es un cuadro
hecho para pensar, cada espectador determina de donde viene esa luz,
qué le dice o qué momento le hace recordar. Puede hacer revivir el
momento en que se abrió una luz en la vida del que está mirando.