lunes, 24 de agosto de 2015

CEZANNE: La realidad pictórica
        A Cézanne los cuadros de los impresionistas le parecen demasiado esclavizados a lo momentáneo, a lo efímero. El también toma como modelo la realidad, pero quiere  representar lo inalterable, lo permanente que hay en ella. Su objetivo es dar trascendencia a los objetos que están presentes. Para ello confiere a cada motivo un equilibrio en la composición, equilibrio logrado mediante el cálculo, la reflexión y la lógica.
        La reproducción de la naturaleza se verifica en dos etapas. Primero tiene que leer el motivo, analizarlo en profundidad, antes de ponerse a pintar. Después viene la etapa de realización, de composición del cuadro a partir de las formas, colores y estructuras que había fijado en la etapa previa.
        La fidelidad a la naturaleza no consiste en reproducir sencillamente lo percibido, en imitar superficialmente. La trasformación que hace un pintor con su forma de ver aporta nuevo interés a la representación de la naturaleza, pues despliega lo que hasta entonces nadie había visto y lo traduce en conceptos pictóricos absolutos. Es decir, en algo distinto de la realidad. 
Veamos un ejemplo de estas ideas, de sus ideas. Veamos como realiza la composición de un cuadro.
 
 
Tenemos un cuadro y una fotografía del lugar de la naturaleza que pinta.  Desde luego que es el mismo sitio, pero las diferencias no tardan en manifestarse.  ¿No hay en el cuadro un árbol más en el grupo de la derecha? ¿El árbol de la izquierda no tiene menos ramas?  Y las piedras y las hojas son menos numerosas. Se hace patente que la fisonomía del paisaje está modificada por añadiduras y sustituciones. Si se mira más de cerca se observa que los árboles no están plantados del mismo modo  y que el pozo parece que está adelantado.
        A la vaguedad del claro sustituye, a la derecha, un tejido de follaje con luz, los matorrales del primer término se reducen a unos cuantos tallos, el árbol del extremo derecho se ha desdoblado, el árbol en X aumenta la desviación de su base afinando su trazo vertical. Si el boscaje subsiste en líneas generales, no hay un detalle, ni uno solo, que no sea deformado por el artista. La identidad del asunto y del cuadro no es nunca más que superficial.
La obra de arte no puede ni quiere rivalizar con la naturaleza, siendo en su origen y en su fundamento ante todo una reflexión sobre ella. Mírese que esta reflexión no es solo cuestión de pensamiento sino además de sensibilidad. El artista sustituye el espectáculo de la naturaleza por una ordenación, es decir, un conjunto de relaciones ligadas entre sí. La obra de arte pone de manifiesto un orden que se caracteriza por la intervención del hombre. El cuadro de Cézanne no es el resultado de la adicción  ni de la yuxtaposición de objetos. Arboles, piedra, pozo, se componen entre ellos para participar, cada uno a su manera pero todos sin excepción, en la expresión de grandeza mesurada que se desprende del lienzo.
 Aclaremos este punto estudiando cómo ha situado los arboles de la derecha, los cuales son muy desiguales a la fotografía. Observando el esquema de la fotografía vemos que entre los arboles 1 y 3, el árbol 2 parece tanto más endeble cuando el 1 es robusto y el 3, formado por doble fuste, es enorme; al reducirse a un hilo, su existencia está como apagada por la presencia de sus vecinos.
 
 
 

Consciente del peligro Cézanne inventa la modificación del paisaje, añadiendo deliberadamente un árbol entre el 1 y el 3, quedando la serie 1-2-2 bis-3-4. Simultáneamente da a los troncos un formato sensiblemente igual. Gracias a esta transformación anodina a primera vista, el artista introduce elementos que por su carácter engendran relaciones que ignoran los árboles fotografiados y los árboles en la naturaleza.
 
  ¿Qué relaciones? Observemos los árboles. En la fotografía sus intervalos son cosa del azar, lo mismo que la dirección de sus troncos. En cambio, en el lienzo, los árboles 1 y 2 suben paralelamente hacia la izquierda, el 2 y el 2bis forman un ángulo agudo, el 2bis y el 3 combinan de nuevo paralelas y un ángulo agudo más abierto que el anterior, y la inferior del 2bis con la 4 vuelven a ser paralelas y el ángulo de 3 y 4 es el mismo que el anterior. Lo que significa que Cézanne, lejos de reproducir los elementos del paisaje, los transpone en el lienzo sometiéndolos a un ritmo, de ahí la reducción de los troncos a una medida común y la plantación de los árboles en direcciones estudiadas.  Al sucederse en una serie ordenada los árboles no dejan de ser árboles, pero simultáneamente despiertan en el espíritu del espectador el sentimiento de una medida, medio de expresión del que la naturaleza está privada.
        La composición tiene pues por objeto ordenar las partes heterogéneas de la naturaleza en elementos homogéneos de lenguaje, a fin de producir en el espectador una unidad de impresión.
        Esta unidad de impresión no está presente en la realidad, en la naturaleza. Y es por esta transformación, realizada a través de la composición, o de otros medios plásticos, por lo que Cézanne, y otros muchos pintores, crean una nueva realidad: la realidad pictórica.