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domingo, 21 de enero de 2018

PINTURA DE ESPACIOS
Articulo basado en el capítulo de igual nombre del libro LA PINTURA HOY de Tony Godfrey.  Ed.Phaidon.

            Un cuadro es un objeto plano que insinúa la existencia de un plano posterior, semejante al que queda al otro lado de una ventana. Si se contempla con detenimiento puede vivificar el espacio que nos separa de él, como ocurre con las formas flotantes que surgen de las abstracciones de Rothko.    

 

             Ello puede inducirnos a creer que existe un espacio equivalente en nuestras mentes. Tenemos pues tres lugares para que el espacio se expanda o se modifique: el cuadro, nuestra mente y la distancia que nos separa del cuadro.

            El siglo XX nos proporcionó maneras radicales de experimentar el espacio, basta con pensar en cómo nos inclinamos para doblar una esquina con una moto o como avanzamos por una autopista a 120 km/h escuchando música; o con evocar la panorámica, a través de las ventanillas de un avión, de una gran ciudad de noche. Tales experiencias han ahondado en nuestra comprensión del espacio, o más aun, la han modificado. El nuevo espacio virtual de los efectos especiales, los juegos de ordenador, plantea cambios muchos más radicales aún, que desembocarán, conforme a una creencia extendida, en una transformación real de la naturaleza misma de nuestra conciencia y nuestra identidad.

            ¿Es la pintura el medio indicado para explorar y analizar estas nuevas experiencias espaciales? ¿Sigue siendo útil para investigar esos espacios por que suele moverse nuestro cuerpo: paisajes e interiores?

            La obsesión de la pintura formalista por alcanzar la máxima lisura ha ido en contra de la experiencia del espacio en la expresión pictórica. Con el deseo de recuperar la vivencia espacial una artista como Bridget Riley ha recurrido a tonos vibrantes para dinamizar el espacio que separa al espectador del lienzo.
 

 
            Los colores parecen salir del cuadro en dirección al observador. Para ella el espacio no solo se representa, sino que está dotado de vida propia.

            En años recientes muchos artistas han pintado cuadros que generan espacios dinámicos, complejos y teatrales, entre ellos David Reed y Lydia Dona.


 
 
David Reed



   Lydia Dona
Objetos e imágenes flotan en el lienzo como si se hallaran en un vacío espacial, atravesado por vectores que parecen dotar al espacio de más de tres dimensiones.

            Las obras de Fabian Marcaccio, cargadas de pintura, silicona y otros materiales, pueden adquirir unas dimensiones enormes, llenar estancias enteras. Estos cuadros han alcanzado tal magnitud y se alejan tanto de las pinturas tradicionales que el artista los ha bautizado como paintants (pintando) queriendo realzar su esencia de actos en curso.
 

  En ocasiones son telas gigantes que se desplazan de sala en sala y otras veces son huecos como tubos, lo que permite asomarse a su interior.

En otros casos es preciso dar un largo paseo para completarlo entero. “Mi idea era crear una realidad pictórica equivalente a la experiencia de caminar y ver”


viernes, 18 de abril de 2014

BRIDGET RILEY: ARTE CINÉTICO
Hoy en día se conoce como arte cinético, aquellas obras que causan al espectador movimiento e inestabilidad, gracias a ilusiones ópticas, que cambian de aspecto según el punto desde el que son contempladas.
Las expresiones más conocidas de Arte Cinético son aquellas piezas de arte visual como pinturas y dibujos que se basan en figuras geométricas y que producen al espectador una sensación de movimiento e inestabilidad donde realmente no existe, sólo es producto de la ilusión óptica que generan líneas paralelas y colores complementarios.
Bridget Riley es una artista británica que a mediados de los años 60 destacó por sus pinturas de abstracciones geométricas en las que, a través de efectos ópticos, logró desafiar al espectador al hacerlo transitar por experiencias visuales complejas en su forma. 


En estas dos obras el efecto visual de movimiento es evidente y está conseguido por variaciones de curvatura o de dirección de líneas paralelas, lo que hace que la superficie parezca ondear hacia arriba y abajo a la vez que se expande hacia los lados.
En las obras que viene a continuación, la pintora británica halla el equivalente visual de la energía, creando un espacio móvil que produce el efecto del “estallido del látigo”. Si bien puede observarse un movimiento vertical que decrece hacia los bordes, es el movimiento horizontal el que predomina a modo de oleaje. Esta técnica, llamada “moiré”, explora en estas obras las posibilidades artísticas del fenómeno óptico.


    En otras obras, Riley utiliza composiciones en las que parece que interaccionan dos figuras geométricas que en realidad no existen, pero que se insinúan, o nos hace creer en su existencia, por la alternancia, disposición y forma de manchas blancas y negras. 
  El uso del color en la obra de Riley no sucedió hasta principios de los años 70 cuando comenzó a utilizar formas más estables construidas con líneas rectas u onduladas. El color se convierte aquí en la sensación de movimiento producida por la manera en que éste es utilizado como parte de la obra y no como un simple recurso de embellecimiento. La concentración de diversos colores en una pintura produce apariciones de otros tonos, con lo que se genera la ilusión de movimiento.
 



La obra titulada Punjab es una obra poco frecuente en el repertorio de Bridget Riley por el hecho de que en la mayoría de sus cuadros los principales elementos se presentan en sentido vertical y crean un movimiento suave de izquierda a derecha y viceversa.


       Contrastando con ello, el dinamismo óptico de esta obra se presenta en vertical. Existe una recesión graduada e implícita; los elementos rojos disminuyen de amplitud sistemáticamente de abajo arriba. Se alinean a lado y lado con el azul y el verde para generar un parpadeo vertical amarillo óptico que cobra intensidad progresivamente mientras la mirada asciende por el cuadro.