sábado, 19 de diciembre de 2015

INSTALACIONES PICTÓRICAS

No hay nada nuevo en una pintura que se extienda por todos los muros de una sala: las cuevas con pinturas rupestres, los palacios renacentistas, las iglesias ortodoxas, etc. son ejemplos de ello.
Con el minimalismo y el arte conceptual empieza a surgir sobre el 1960 la conciencia de la importancia espacial en la que se coloca la obra de arte.  El entorno, el contexto y la interacción de los elementos que configuran la obra pasan a un primer plano. El artista quiere que el espectador penetre en el mundo que se le está ofreciendo creándole una dimensión espacio-temporal totalmente nueva.
La pintura tiene la capacidad de estimular otros sentidos además de la vista. El sexto sentido, la cinestesia, que nos permite percibir y sentir el propio cuerpo en movimiento tiene que ver con contemplar un cuadro. El pintor Brice Marden escribió:
La forma de observar una pintura físicamente es muy importante. Una buena manera de acercarse a un cuadro es admirarlo desde una distancia equivalente a su altura para luego duplicar dicho espacio y a continuación volver a acercarse a fin de observarlo con detalle, en busca de la respuesta a las preguntas que le haya suscitado cada una de las distancias de observación.
Esto supone que los  ojos del espectador deben posarse en la obra  mientras el cuerpo explora la relación entre dicha obra y el resto de la sala. Por consiguiente, tiene su lógica ampliar la pintura a toda la estancia de tal modo que el desplazamiento del cuerpo del espectador por la sala, se convierta en parte importante de su experiencia artística con esa obra.
Desde el expresionismo abstracto se concede una gran importancia a las dimensiones de la pintura. Este aumento del “formato” ha llegado a ocupar paredes enteras, y esta pintura solo puede experimentarse a modo de un entorno que nos rodea y en el que estamos inmersos.
Esta nueva forma de concebir y considerar la pintura, tanto desde el punto de vista de las dimensiones como la experiencia artística del espectador al tomar conciencia de la sala y del espacio,  ha originado lo que  hoy se llaman INSTALACIONES PICTÓRICAS. Diferentes artistas han dado diferentes soluciones y enfoques a estas INSTALACIONES. Veamos algunas de ellas.

 Blinky Palermo (Alemania. 1943 – 1977) repintaba las paredes de la sala antes de colocar sus propias obras.
 


En muchas de sus exposiciones pintaba directamente sobre las paredes a fin de fijar la atención en la naturaleza del espacio, o destacar alguna peculiaridad como los marcos de las puertas, la luz de las ventanas o de la iluminación eléctrica.

En ocasiones presentaba formas excéntricas monocromas o de reducido tamaño que invariablemente activaban una pared. Su peculiar triángulo azul pretendía ser un despertador del espíritu.
 
 Cuando colocaba los cuadros buscaba organizar la sala, convertirla en una experiencia estética en su conjunto.



La pintora alemana Katharina Grosse (1961), actúa de una manera totalmente diferente.
Sus pinturas están realizadas casi todas  con pistola pulverizadora en lugar de con pincel y son unas pinturas sensualmente agresivas. Resultan sorprendentes por su escala y por su ambición.
 
 Sus instalaciones pictóricas desestabilizan el espacio, desestabilizan la arquitectura.
 
La naturaleza fragmentaria y a menudo antagónica de las manchas pictóricas  es fundamental a la hora de conseguir un efecto tenso y provocador, en lugar de ser decorativas y relajantes.
Otras veces utiliza objetos tridimensionales. Esta multitud de globos o esferas de colores, colocadas unas sobre otras, parecen inundar la sala.
La colocación sobre paredes verticales tiene un aire surrealista y totalmente rompedor del espacio y entorno en el que habitualmente nos movemos.


         En ocasiones, invadir la sala no pasa por pintar las paredes sino en colocar las obras en un entorno particular. Determinadas obras pueden alterar mucho la percepción y el significado de un determinado espacio.
         Las telas de la escocesa Alison Watt (1965) modifican la percepción del espacio cuando están colocadas en una sala de exposiciones o en una determinada instalación, pero lo hacen de una manera que artísticamente, hoy en día, podemos considerar como convencional o normal.
 Pero cuando coloca una de sus pinturas en el altar o en las paredes de una iglesia se establece una comparación con la tradición de colocar retablos en los altares, lo que supone una experiencia estética radicalmente distinta para los fieles en los que provoca una serie de interrogantes.
 Y si el cuadro influye en el entorno, el lugar en que se coloca también influye en él. Ambos se influyen mutuamente pues el cuadro queda bañado por la belleza del entorno y por el ambiente de calma y sosiego.