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miércoles, 30 de marzo de 2016

COROT – DELAUNAY
La proporción

                Hay cuadros, que aunque traten de temas similares, en este caso pinturas de edificios, son muy diferentes y nos producen diferentes sensaciones.  Veamos uno de los factores que pueden producir esa diferencia de sensaciones: la proporción
            Comparando la Catedral de Chartres de Corot y la Torre Eiffel de Delaunay, se ve que el primero carga el acento sobre cierta calma de formas, mientras que el segundo la pone en cierto dinamismo.


 
            Es un hecho que la catedral de Chartres es más compacta que la torre Eiffel. Pero cuando decimos que la obra de Corot respira calma y la de Delaunay respira el dinamismo de una fuerza viva, nos referimos a otra cosa que a un hecho. Traducimos el sentimiento que experimentamos al ver, no ya de la Catedral o de la Torre, sino de los cuadros de Corot y de Delaunay. Ahora bien, este sentimiento se debe a la manera en que las formas son tratadas en cada uno de ellos. La elección del formato es ya significativa. Llevado por la necesidad de estrechar su forma en altura, Delaunay utiliza un rectángulo estrecho, mientras que Corot prefiere un rectángulo más ancho que acoja mejor la masa del edificio y del paisaje.



            En la Catedral de Chartres, la diferente altura de las torres amenaza con producir una disparidad molesta. Y sin embargo, es sorprendente que este lienzo cause una impresión de equilibrio. Es porque las relaciones de dimensión están reguladas con un gran cuidado. La flecha de la torre de la izquierda (línea roja) está sujeta al suelo por el talud de tierra  que es la misma altura en su centro. La flecha de la torre de la derecha tiene como réplica el árbol encaramado en la cúspide de la colina (línea verde), mientras que el árbol de la derecha, junto a la oblicua del talud, corresponde a la altura de la flecha de la izquierda.


Si ahora tomamos la altura total de la torre de la izquierda, se observa que corresponde al intervalo de cielo entre el extremo izquierdo de la catedral y el borde superior del cuadro, lo mismo que el intervalo de cielo por encima (línea morada). El intervalo de tierra  entre el extremo izquierdo del talud y el borde inferior del cuadro corresponde a la altura de la flecha de la derecha (línea verde). No acabaríamos de explorar este lienzo que alguno creían hecho sobre el natural.
            Como se advierte, las dimensiones de las formas están gobernadas por relaciones de las que el artista saca partido con miras a un efecto determinado. Así es como Corot se sirve de la desigualdad de las torres con dos fines principales: al acusarla da valor a cada elemento por contraste y al disponer de puntos de semejanza sugiere al ojo la sensación de igualdad. La impresión final es de una serenidad que se debe menos a la presencia de la catedral misma que a la regularidad de las relaciones.
            Si rompemos esas relaciones la apariencia del cuadro va variando tal como se ve en las siguientes reproducciones.
       


           
            Veamos ahora la Torre Eiffel de Delaunay .



             Delaunay se expresa de un modo completamente distinto. Todo el cuadro está como izado en una pieza hacia el cielo. Pero podría creerse que es un efecto debido a la naturaleza del tema. Si para juzgar se compara el lienzo con una fotografía la diferencia salta a la vista; la fotografía da muy bien la impresión general de elevación y esbeltez que corresponde a un objeto vertical y delgado. Pero la torre de Delaunay nos transmite, además de esa impresión general, la sensación genuina de la fuerza que propulsa su masa de hierro hacia lo alto. Aunque la torre es una masa inerte, Delaunay la convierte en algo animado.
            Esta expresión de fuerza que se desprende del cuadro, se debe en gran parte a la proporción. Mientras que Corot arreglaba una desigualdad entre la flecha izquierda y la derecha multiplicando las referencias de compensación, Delaunay subraya adrede la desigualdad de su torre:



los montantes  de la torre suben de un tirón (línea roja)  hasta la primera articulación colocada por encima del primer piso. El resto de la torre se divide en dos partes (líneas amarillas) de la que cada una es la mitad de la línea roja (las dos líneas amarillas son igual de largas que la línea roja), procedimiento que favorece la impresión de que todo el edificio parece levantarse de un golpe.
             La proporción establece el modo de existencia de las formas por relación de las dimensiones, cuya longitud y anchura constituyen una relación que actúa sobre el espectador produciendo diferentes sensaciones.  

jueves, 23 de enero de 2014

DELAUNAY Y EL ORFISMO

Seurat creía que un pintor podía usar el color para crear armonía y emoción en el arte de la misma forma que los músicos usan variaciones del sonido y el tiempo para crear armonía en la música.
Él pensaba que el conocimiento de la percepción y de las leyes ópticas podría ser utilizado para crear un nuevo lenguaje artístico y comenzó a mostrar esta lengua usando líneas, y esquema e intensidad del color.
Las teorías de Seurat pueden ser resumidas de esta forma: La emoción de la alegría puede ser alcanzada por la dominación de tonalidades luminosas, por el predominio de colores cálidos, y por el uso de las líneas dirigidas hacia arriba. La calma se alcanza a través de un uso equilibrado de la luz y la oscuridad, por el balance entre colores fríos y cálidos, y por líneas horizontales. La tristeza se alcanza utilizando colores oscuros y fríos y líneas que señalan hacia abajo.
Toda esta teoría se convierte en el punto de partida en la obra de Delaunay, el máximo representante del orfismo. Seurat sólo había pintado obras realistas y en sus teorías no hay ninguna referencia a la abstracción. Las obras de Delaunay permanecen fieles a los principios de la armonía de Seurat,  pero sobrepasando la figuración y llegando a ser totalmente abstractas.
El color adquiere el papel predominante en la obra de Robert Delaunay. A partir de 1912 pinta series de discos divididos en anillos concéntricos y luego subdivididos, con un color diferente en cada una de las partes.

La organización de los colores sigue un patrón teórico. Delaunay aplicó un principio de contrastes cromáticos simultáneos basado en el círculo cromático creado por el químico Eugène Chevreul en 1839 en el que organizó la paleta cromática en contrastes complementarios: el rojo se asocia con el verde y el azul con el naranja. Chevreul diferenciaba los colores cálidos de los fríos, así como las armonías producidas por los tonos similares de los contrastes originados por los valores cromáticos alejados.
Delaunay se dio cuenta de que la intensidad de dos colores cercanos podía aumentar si estos se percibían de forma simultánea.
El había impulsado el proceso de abstracción en sus imágenes hasta lograr desvincularse completamente de las asociaciones figurativas y no podía  seguir recurriendo a ninguna pauta extraída de la naturaleza para ordenar los colores en su obra. Así tuvo que hacer frente al desafío de cómo organizar los colores en el lienzo si no deseaba hacerlo de forma arbitraria. Las teorías del color de Chevreuil salvaron a Delaunay de este dilema ya que eximieron a sus composiciones cromáticas del peso de la pura arbitrariedad, cosa que era muy importante para el artista, proporcionando a la vez un sistema para su organización compositiva.
 Inscritos en formas geométricas, como las notas en las pautas de una partitura musical, los colores crean un movimiento dinámico, se desenvuelven en el tiempo: todo el plano circular se encuentra en rotación debido a los contrastes y a las analogías de los colores; los anillos giran y de la superficie del cuadro se desprende un melodía que sobrepasa los límites geométricamente establecidos de los segmentos. No se trata solo de acordes visuales de colores, sino también de un ritmo que se lleva a cabo en la dimensión del tiempo. Es a partir de esta noción del tiempo, de la simultaneidad, que Delaunay y su esposa Sonia, realizaron una obra rica en implicaciones musicales.

Primer disco 1912 - 13

   
        En toda su obra de círculos concéntricos, estos se subdividen en sectores que corresponden a diferentes armonías de color y que logran crear un dinamismo rotativo. Los acordes visuales del color se subordinan a un ritmo análogo al musical.


        Se descubre en sus cuadros los movimientos circulares que pasó a convertir ahora en la estructura básica de sus pinturas, asumiendo gradualmente un papel predominante. En estas pinturas parecía que la estructura se estuviese generando a sí misma.      



        “Los ritmos sin fin” que Delaunay pintó hacia el final de su vida revelan claramente la inspiración musical de su creación: basándose en los mismos elementos plásticos que en sus primeras obras, segmentos de círculos y anillos, dio fin a una obra abstracta o no objetiva, que canta una alegría nueva, un optimismo reconfortante y una magnífica confianza en el espíritu humano.