sábado, 6 de agosto de 2022

PINTURAS ROMÁNICAS DE SAINT-AIGNAN SUR CHER

 PINTURAS ROMÁNICAS DE SAINT-AIGNAN sur CHER

    Saint-Aignan sur Cher es una ciudad, situada en el valle del Loira, que conserva su colegiata, de los siglos XI y XII.

    De la colegiata me ha sorprendido la cripta del siglo XI por su estructura totalmente novedosa para mi, con dos ábsides, uno detrás de otro, con pinturas en los dos.


    En la foto se ve la mitad del ábside interior, y de izquierda a derecha se observa a un santo (creo que San Ginés) dando un buen traje a un hombre desnudo. Luego otro santo curando a un hombre al que le ha mordido una serpiente, que se ve en el suelo, y luego una figura orante.

    La unidad y movilidad plástica de estas tres últimas figuras es sorprendente. El manto del santo está levantado, y nos lleva, siguiendo la línea de la pierna, al curado. Igualmente nos llevan el uno al otro a través de un brazo, y ahí está el brazo levantado que detiene la visión y la devuelve al santo.

    La serpiente juega un papel importante. La curvatura de la cola es paralela al manto del santo y une a este con el curado, que está con sus pies casi encima de ella. La curvatura de la cabeza es paralela a la pierna y manto del curado y también al manto del que está orando. El dibujo de la serpiente sirve para unir a las tres imágenes y hacer que nuestra vista pase de unas a otras casi sin darnos cuenta.

    Este humilde fresco es una manifestación del saber hacer de muchos artistas anónimos de la Edad Media



lunes, 11 de abril de 2022

GIOTTO - ASCENSIÓN DE SAN JUAN EVANGELISTA

 GIOTTO – San Juan Evangelista subiendo al cielo.

        Giotto di Bondone (1267- 1337) fue un pintor, muralista, escultor y arquitecto florentino de la Baja Edad Media, un pintor del Trecento considerado uno de los iniciadores del movimiento renacentista en Italia. Su obra tuvo una influencia determinante en los movimientos pictóricos posteriores.

        Entre sus mejores obras están las pinturas de la Santa Croce de Florencia, en concreto los frescos de las capillas Peruzzi y Bardini, pintadas alrededor de 1320. En la capilla Peruzzi están representadas escenas de la vida de San Juan Bautista y de San Juan Evangelista que es a la que pertenece esta obra que se comenta.


        Observando el fresco de Giotto que representa la ascensión de San Juan Evangelista, vemos que los pilares y columnas del templo, asi como los personajes en pie, forman una serie de ejes verticales. Las dos columnas que están en la parte central del cuadro no son más que soportes. Pero la intervención de la línea oblicua que forma el cuerpo de San Juan modifica la situación. Al cortar el espacio delimitado por las dos columnas, “lo sensibiliza”. Mientras que sin esa línea el espacio permanece inerte, con ella, el ojo, por una parte, tiende a seguir una dirección vertical, y por otra una dirección oblicua.

        Estas líneas, las verticales y la oblicua, en lugar de estorbarse y anularse las unas a la otra, se potencian y hacen que San Juan siga el camino de la ascensión. Pero San Juan asciende, no está suspendido en el aire, ni tampoco cae.

    Y esto lo consigue Giotto colocando una serie de lineas horizontales, de soportes, que salen o se apoyan en las cabezas de los personajes que están debajo de las columnas y que hacen algo así como impulsar a nuestra visión a “empujar” a San Juan en su camino hacia el cielo.

        La disposición de determinados elementos en un cuadro, hace que este tenga “tensión plástica”. La percepción de un objeto se agota en cuanto el objeto percibido deja de ser nuevo, o sea, que ya no nos estimula. Vemos un vaso o una botella encima de una mesa y a los pocos instantes deja de interesarnos, dejamos de percibirlo.

        Si un cuadro nos da sensación de movimiento o nos provoca un sentimiento de tristeza, de dolor, de alegría, es porque los elementos están construidos y colocados de forma que crean una “tensión plástica” con la que la percepción no se agota, y el cuadro no cesa de descubrirse y de renovar su cualidad de estimulante.

jueves, 17 de marzo de 2022

FRISO DE BEETHOVEN DE KLIMT

 El Friso de Beethoven, de Klimt, como nunca se ha explicado

        Un magnífico artículo tomado de Internet.

    Frente al Friso de Beethoven pidieron a la orquesta que tocara de nuevo la 9ª de Beethoven, hasta desfallecer, esta vez la versión de Mahler. El «aparato» de Viena les había excomulgado. La Academia, Museos, críticos, marchantes  no los querían ver y menos a sus pinturas. El más feliz era Gustav Klimt, que poco antes había visto como hacían retirar sus frescos de la Universidad, una humillación que le dolió en las entrañas. En cambio el público sí acudía, quería ver de cerca a aquellos radicales con ecos románticos que por fin inauguraban su templo con el cambio de siglo: el Pabellón de la Secesión.

    Fue un movimiento de artistas para sí mismos y para amantes del Arte, en busca de un ideal llamado el Arte total: pintura, escultura, arquitectura, música… hasta la caligrafía. Ante el desprecio del establishment, encontraron el apoyo financiero de una creciente burguesía que conectaba con ellos y construyeron un espacio dedicado a su visión, no solo para exponer su obra, sino su alma.

    El arquitecto, Joseph Maria Olbrich ideó una cúpula dorada de laurel, resplandeciente, y un espacio central con un único invitado: la escultura que Max Klinger había dedicado a BeethovenTodo el edificio estaba inspirado en el músico y su 9ª Sinfonía, también el friso que Klimt pintó en la sala lateral, tal vez su obra maestra.

  El día de la inauguración

        De izda a dcha, los artistas de la Secesión de Viena: Anton Stark, Gustav Klimt (sentado). Kolo Moser (con sombrero delante de Klimt), Adolf Böhm, Maximilian Lenz (estirado), Ernst Stöhr (con sombrero), Wilhelm List, Emil Orlik (sentado), Maximilian Kurzweil (con gorra), Leopold Stolba, Carl Moll (recostado) y Rudolf Bacher. Foto de Moriz Nähr. 

    El Friso de Beethoven ocupa tres paredes de la sala y sus espacios en blanco son tan importantes como sus pinturas, marcando un tempo en el relato de sus escenas, hasta el clímax final del Himno a la Alegría. Klimt utilizó todos sus recursos, buscó la inspiración a lo largo de toda la historia del Arte mezclando presente y pasado y creó una obra innovadora e irrepetible que contiene todas sus claves: simbolismo, experimentación con pigmentos, uso del pan de oro y devoción ornamental.

    Se inicia con un adagio lento, sobre el muro blanco aparecen unas genii flotantes con alargada figura de mujer y los ojos cerrados, espíritus motivadores que darán continuidad al relato, un basso continuo que confiere la estructura armónica.

Primera escena: «las súplicas del débil género humano», figuras desnudas que llegan a arrodillarse, demacradas, con la esperanza puesta en un mito heroico representado por el caballero armado en oro, para el que Klimt utilizó los rasgos de Gustav Mahler, sobre dos figuras que representan la ambición -con la corona de laurel- y la compasión. La armadura del caballero reproduce la del archiduque Segismundo del Tirol, expuesta en el Museo de Historia del Arte de Viena. Para darle más textura -si cabe- Klimt añadió clavos de tapicero en la armadura y vidrios de color en la empuñadura de la espada. Con un casco a sus pies, el caballero, guerrero y sabio, representa la misma humanidad dotada de espíritu y  decidida en la búsqueda de la felicidad a través del Arte.

    Segunda escena: «Las fuerzas hostiles». El caballero  deberá sortear las fuerzas oscuras evitando caer en las tentaciones que le ofrecen. El tono es oscuro y tenebroso. La escena es un agitato, capriccioso, después allargando. Primero las tres hermanas gorgonas —Medusa, Esteno y Euríale— con sus cabellos en forma de serpiente, terriblemente seductoras pero letales. Sobre ellas, también representadas por mujeres, las figuras de la enfermedad, la locura y la muerte.

    El personaje central es el puro demonio, la mítica criatura de Typhoeus. No es un monstruo, es el padre de todos ellos, representado no solo por el gorila con ojos de nacar, sino que abarca todo el conjunto decorativo de la derecha, con un ala azulada enorme y la infinita serpiente como apéndice que se enrosca una y otra vez en espirales que toman distintas apariencias.

    A su derecha la lujuria, Danae y su lluvia de oro (que después desarrollaría en su óleo de 1907), la impudicia y la gula, también con elementos decorativos deslumbrantes. La misión parece imposible, la belleza y sensualidad de las alegorías es demasiado seductora, hipnotizadora, y ni los dioses pudieron vencer la fuerza de Typhoeus. Sobre su ala una última figura de mujer que representa un dolor punzante, pintada en grises, envuelta en su propio pelo y un fino velo. Todo parece perdido ¿Queda esperanza?… En la esquina derecha, arriba, se vislumbra una de las genii flotantes.

Friso Beethoven-Final

este beso, al mundo entero

        Y en la tercera pared vuelve la luz, emerge una música emotiva … el Arte representado por una figura de inspiración helénica y recurrente en Klimt, que refulge en oro con una bellísima decoración, los apliques del vestido son gemas que reflejan la luz: es la salvación de la humanidad a través del Arte. La Sinfonía de Beethoven recobra el pulso, gentile, y la grandiosidad, allegro vibrante, con brio. Se regeneran las conciencias, las genii reaparecen en disposición vertical, transmiten plenitud, parece que danzan y la música se alza en un crescendo heroico, colossale, con un coro que es pura armonía y expresa una intensa plenitud que nos conduce, al igual que en la 9ª sinfonía, a la «Oda a la Alegría» de Schiller: «este beso al mundo entero» y Klimt se desborda, con su decoración floral, con el abrazo final dentro de la campana que simboliza el Edén, bellísima, despampanante, con el sol y la luna a cada lado. El agua, en forma de oro, fluye alrededor de la pareja, uniéndolos, fusionándolos. No vemos sus rostros, no es necesario, su amor es universal, fruto de la superación de los anhelos reflejados en todo el friso. Siguen los versos de Schiller: «las artes nos llevan al reino de lo ideal, el único donde podemos encontrar pura alegría, pura felicidad, puro amor». ¿Recuerdan el Himno a la Alegría? Yo también lo estoy escuchando en mi interior.

Artículo escrito por Edi Kastas