miércoles, 22 de junio de 2016

VIJA CELMINS
 PINTURA FOTOGRÁFICA

En 1966 tuvo lugar en el Guggenheim de Nueva York la exposición programática "The Photographic Images", en la que se dio a conocer al público una serie de artistas (pintores y escultores) obsesionados por la reproducción casi literal de la realidad. Son los llamados hiperrealistas  (también denominados superrealistas, fotorrealistas, nuevo-realistas o precisionistas).


El Hiperrealismo aparece como sucesor del Pop, y, en cierta forma, vinculado a él. De ahí su interés por los aspectos triviales de la sociedad de consumo y por las imágenes populares de la cultura “underground”. Su exacerbado realismo debió de ser una reacción ante la ausencia de objeto promovida por el Arte Conceptual de esos mismos años.


            La fotografía parece ajena al tiempo: congela un instante. La pintura carece de esa característica que es el estar vinculada a un momento y a un lugar concreto. Y mientras que la fotografía es muda la pintura es ruidosa, con sus capas y pinceladas.


            Al igual que los representantes del arte pop habían copiado anuncios, los artistas hiperrealistas comenzaron a realizar replicas grandes y meticulosas  de fotografías. La crítica detestaba este movimiento al que acusaba falto de fundamento y razón de ser, mientras que el público lo adoraba y se deleitaba con su precisión técnica.
            La pintura con un influjo manifiesto de la fotografía sirve de foro para debatir otras formulas de mediación e interpretación, además de plantear como percibimos el arte y, a través de este, el mundo.

            Una de las autoras más significativas del fotorrealismo o arte fotográfico o hiperrealismo (las diferencias entre ellos son insignificantes) es Vija Celmins.  Nace en 1938 en Riga, Letonia y en 1948 se traslada a Estados Unidos donde estudia Arte.  

Se cataloga a Vija Celmins como fotorrealista aunque  sus imágenes no son frías pues poseen una cualidad meditativa rayana al patetismo.


 Muchas de ellas retratan sucesos violentos, como vehículos incendiados, armas disparando, aviones que se estrellan…




…pero presentados siempre con una calma total, como si se contemplaran desde la distancia. La  verdadera razón de ser de estas imágenes es la necesidad de detenerse y reflexionar, incluso en los momentos de acción y emoción más febriles. La fotografía se convierte en objeto de reflexión.
            En sus comienzos pinta imágenes simples de objetos cotidianos: peines, gomas de borrar,
  




 una estufa encendida, una fotografía de un televisor al que añade una imagen de la catástrofe de la guerra.


La fotografía  es un tema alternativo, otra capa que crea distancia. Esa distancia brinda la oportunidad de admirar la obra con más calma y de explorar la relación que uno establece con ella”
            Los críticos han señalado que las obras de Celmins comparten la característica de no tener un punto de referencia: sin horizonte, profundidad de campo, borde o puntos de referencia para ponerlos en contexto.
Para ella, pintar instantáneas no es un modo de construir una obra al modo tradicional, sino que  constituye un modo desapasionado de analizar emociones, de volver a conectar con la realidad. Su forma de pintar la fotografía es reflexiva, a la manera de los bodegones  de Juan Sanchez Cotán ,o de de los lienzos de Vermeer, y siguiendo esta forma reflexiva de pintar,  pinta bellas y sosegadas imágenes de una gran paz espiritual, aunque sean objetos cotidianos.
  

           
De 1966 a 1985 trabaja casi exclusivamente en dibujos del mar, rocas en el suelo… como manera de investigar el proceso de creación.




Sobre sus dibujos del cielo estrellado ella dice: Aunque se piense que los he concebido tumbada bajo el cielo estrellado, para mí emanan del amor a la negrura del lápiz y a la imagen que la acompaña”. Quizá la verdad radique en que al reflexionar sobre ellos cada  vez vemos algo diferente: un cielo nocturno, una fotografía, una pintura. Se trata de un efecto curioso para unos objetos tan silenciosos y sencillos.

             


                                  

Resulta fundamental saber que estos cuadros se crearon lijándolos repetida y gradualmente y volviéndolos a pintar para imprimirles esa sensación de profundidad. No es una mera aplicación de pintura blanca sobre negro pues a Celmins solo le da  tiempo a realizar dos o tres lienzos al año.



            La impresión de entender estas imágenes  al instante (es una telaraña o un cielo nocturno)  no obsta para que, al observarlas bien, apreciemos que están pintadas con una parsimonia  y una meticulosidad  pasmosas, en busca de una sensación muy precisa: La imagen reconocida es tan solo un elemento a tener en cuenta. La pintura parece más bien una materialización  de mi forcejeo para  transformar esa imagen en un cuadro e insuflarle vida. En realidad, está viva o muerta, puesto que a fin de cuentas mis lienzos se han vuelto sumamente contenidos y tranquilos. (…) La superficie es muy cerrada y plana, pero la sensación que transmiten (espero) es de plenitud y densidad, como un coro, por poner un ejemplo.
           

La telaraña puede concebirse como algo bello, frágil y efímero. En cierto modo, se trata de un auténtico memento mori, algo que nos recuerda la fugacidad de la vida.