PICASSO: EL ESPACIO
CUBISTA
Los
pintores cubistas buscaban sustituir el espacio clásico y el impresionista por
un espacio nuevo, un espacio apropiado para las obras pictóricas del siglo que
acababa de nacer.
Veamos
un sencillo ejemplo de un nuevo espacio, el espacio cubista.
Picasso
ha introducido maliciosamente un paquete de tabaco que descansa sobre el
periódico plegado y amarillento. ¿Está bien dicho que descansa? No, pues no se
puede decir que tal como está colocado sobre el periódico, obedezca a las leyes
de la gravedad. ¿Está pues suspendido, colgado?
Sí, se diría al examinar la esquina superior
derecha, pero la esquina inferior izquierda lo desmiente. En verdad ni descansa
ni está suspendido ¡Vaya un espacio extravagante! ¿Está pues el paquete
inscrito? Por un lado sí, por otro no, pues es como si por la derecha se
mostrara en relieve. ¿Qué puede ser un objeto que no descansa, que no está
suspendido y que no está inscrito?
Mirémoslo aún más de cerca: si se suprime la
línea negra que forma el ángulo obtuso, se tiene casi la imagen de un paquete
de tabaco en perspectiva, gracias a la arista de la etiqueta y a la parte
sombreada de la derecha. Pero en lugar
de que el cubo se reduzca en sentido de la profundidad, lo hace en otro
sentido, en saliente, por lo que da la impresión de que se viene hacia delante.
Si se restablecen las líneas
eliminadas antes, la perspectiva se invierte, yendo el paquete hacia la
profundidad.
¿Es
que ahora le vemos huir como en la perspectiva clásica? Tampoco, pues es como
si la mirada en el interior del paquete de tabaco. Picasso dispone las líneas y
planos de la parte izquierda de otro modo, para prevenir la confusión. Es por
esa bisagra por donde el saliente y el hundido deben adherirse al resto de la
composición y conformarse al plan del cuadro. Tal como se ve en este detalle,
el espacio cubista nos ofrece objetos que, sin perder nada de su aspecto
exterior, se enriquecen con perspectivas interiores, como si el ojo tuviese
poder, no solo para dar la vuelta a las cosas, sino también para visitarlas y verlas desde dentro. Es
como si dispusiéramos de dos clases de ojos, uniéndose uno y otro en la misma
mirada.