VIJA CELMINS
PINTURA FOTOGRÁFICA
En 1966 tuvo lugar en el Guggenheim de Nueva York la
exposición programática "The Photographic Images", en la
que se dio a conocer al público una serie de artistas (pintores y escultores)
obsesionados por la reproducción casi literal de la realidad. Son los llamados hiperrealistas
(también denominados superrealistas, fotorrealistas, nuevo-realistas o
precisionistas).
El Hiperrealismo aparece como sucesor del Pop, y, en
cierta forma, vinculado a él. De ahí su interés por los aspectos triviales de
la sociedad de consumo y por las imágenes populares de la cultura
“underground”. Su exacerbado realismo debió de ser una reacción ante la
ausencia de objeto promovida por el Arte Conceptual de esos mismos años.
La
fotografía parece ajena al tiempo: congela un instante. La pintura carece de
esa característica que es el estar vinculada a un momento y a un lugar
concreto. Y mientras que la fotografía es muda la pintura es ruidosa, con sus
capas y pinceladas.
Al igual que los representantes del
arte pop habían copiado anuncios, los artistas hiperrealistas comenzaron a
realizar replicas grandes y meticulosas
de fotografías. La crítica detestaba este movimiento al que acusaba
falto de fundamento y razón de ser, mientras que el público lo adoraba y se
deleitaba con su precisión técnica.
La pintura con un influjo manifiesto
de la fotografía sirve de foro para debatir otras formulas de mediación e
interpretación, además de plantear como percibimos el arte y, a través de este,
el mundo.
Una de las autoras más
significativas del fotorrealismo o arte fotográfico o hiperrealismo (las
diferencias entre ellos son insignificantes) es Vija Celmins. Nace en 1938 en Riga, Letonia y en 1948 se
traslada a Estados Unidos donde estudia Arte.
Se
cataloga a Vija Celmins como fotorrealista aunque sus imágenes no son frías pues poseen una
cualidad meditativa rayana al patetismo.
Muchas de ellas retratan sucesos violentos,
como vehículos incendiados, armas disparando, aviones que se estrellan…
…pero presentados
siempre con una calma total, como si se contemplaran desde la distancia.
La verdadera razón de ser de estas
imágenes es la necesidad de detenerse y reflexionar, incluso en los momentos de
acción y emoción más febriles. La fotografía se convierte en objeto de
reflexión.
En sus comienzos pinta imágenes
simples de objetos cotidianos: peines, gomas de borrar,
una estufa encendida, una fotografía de un
televisor al que añade una imagen de la catástrofe de la guerra.
“La fotografía es un tema
alternativo, otra capa que crea distancia. Esa distancia brinda la oportunidad
de admirar la obra con más calma y de explorar la relación que uno establece
con ella”
Los críticos han señalado que las
obras de Celmins comparten la característica de no tener un punto de
referencia: sin horizonte, profundidad de campo, borde o puntos de referencia
para ponerlos en contexto.
Para
ella, pintar instantáneas no es un modo de construir una obra al modo
tradicional, sino que constituye un modo
desapasionado de analizar emociones, de volver a conectar con la realidad. Su
forma de pintar la fotografía es reflexiva, a la manera de los bodegones de Juan Sanchez Cotán ,o de de los lienzos de
Vermeer, y siguiendo esta forma reflexiva de pintar, pinta bellas y sosegadas imágenes de una gran paz
espiritual, aunque sean objetos cotidianos.
De 1966 a 1985 trabaja
casi exclusivamente en dibujos del mar, rocas en el suelo… como manera de
investigar el proceso de creación.
Sobre sus dibujos del
cielo estrellado ella dice: Aunque se
piense que los he concebido tumbada bajo el cielo estrellado, para mí emanan
del amor a la negrura del lápiz y a la imagen que la acompaña”. Quizá la
verdad radique en que al reflexionar sobre ellos cada vez vemos algo diferente: un cielo nocturno,
una fotografía, una pintura. Se trata de un efecto curioso para unos objetos
tan silenciosos y sencillos.
Resulta fundamental
saber que estos cuadros se crearon lijándolos repetida y gradualmente y
volviéndolos a pintar para imprimirles esa sensación de profundidad. No es una
mera aplicación de pintura blanca sobre negro pues a Celmins solo le da tiempo a realizar dos o tres lienzos al año.
La impresión de entender estas
imágenes al instante (es una telaraña o
un cielo nocturno) no obsta para que, al
observarlas bien, apreciemos que están pintadas con una parsimonia y una meticulosidad pasmosas, en busca de una sensación muy
precisa: La imagen reconocida es tan solo
un elemento a tener en cuenta. La pintura parece más bien una
materialización de mi forcejeo para transformar esa imagen en un cuadro e insuflarle
vida. En realidad, está viva o muerta, puesto que a fin de cuentas mis lienzos
se han vuelto sumamente contenidos y tranquilos. (…) La superficie es muy
cerrada y plana, pero la sensación que transmiten (espero) es de plenitud y
densidad, como un coro, por poner un ejemplo.
La
telaraña puede concebirse como algo bello, frágil y efímero. En cierto modo, se
trata de un auténtico memento mori,
algo que nos recuerda la fugacidad de la vida.