THIERRY
BOUTS
(hacia 1415 – 1475)
La
cena
La
composición de un cuadro tiene como efecto disponer los elementos de tal manera
que ninguno de ellos nos sea indiferente. Esto se logra mediante la tensión
entre los mismos, produciendo en nosotros un juego de impulsos contrarios, que
provoca nuestra sensibilidad plástica, la mantiene y la renueva.
Este
estremecimiento interior de la obra de arte, esa vibración secreta de nuestra
sensibilidad plástica, no se manifiesta más que cuando se dan condiciones
especiales. Es preciso que la obra de arte se presente a la vez con “lugares de
apoyo” y con “lugares de ruptura”. Corresponde a la composición ofrecernos
figuras susceptibles de atraernos, no por medio de los objetos representados,
sino por las relaciones que haya querido el artista que haya entre ellos.
Veamos
un ejemplo de esto que decimos.
El
cuadro de la Cena de Thierry Bouts (¿1415? – 1475) nos muestra un cuadro
centrado sobre “triángulos de apoyo”
El eje del cuadro pasa exactamente por
la raya de la puerta, la nariz, la garganta y el pulgar de Cristo para
atravesar el Pan que tiene en la mano izquierda. A un lado y a otro se
equilibran las dos mitades del triángulo, uno de cuyos vértices es la cabeza de
Jesús y los otros dos las cabezas de los dos apóstoles del primer plano. Este
triángulo está a su vez envuelto por un segundo más amplio, cuyos dos lados se
tienden sobre la doble hilera de los apóstoles. Con la mesa se construye un
tercer triángulo, al que en sentido inverso corresponde el de la techumbre.
El
resultado de esta disposición es establecer puntos
de tensión privilegiados. En el triángulo central nuestra atención va a los
tres vértices que forman la cabeza de Jesús y la de los apóstoles. Este
triángulo determina por su posición una jerarquía que no se basa en la dignidad
respectiva de los personajes, sino que se basa en el lugar geométrico que ocupan.
El triángulo de apoyo, al combinarse
con los personajes, hace “sostenerse”
al conjunto ante nuestros ojos. No hay que olvidar que esos triángulos no
existen efectivamente en la obra, a lo sumo podemos decir que su figura nos es
sugerida y que es nuestra imaginación quien los construye. Pero no son
imaginarios de un modo absoluto, ya que hemos sido inducidos a construirlos a
partir de las indicaciones queridas por
el artista. Ese triángulo se puede sustituir por una circunferencia, un óvalo o
cualquier otra figura.
La tensión plástica no depende de la
naturaleza del objeto representado. En este cuadro claro que no es indiferente
que se trate de Cristo y que Cristo esté rodeado de sus discípulos, pero en
relación con el cuadro, es la manera de
disponer los personajes lo que importa ante todo, no su dignidad. El poder
de Jesús resulta fascinador y hacia el converge todo, no ya todos los rostros,
pues hay algunos que se desvían de él, sino todos los puntos de tensión
regulados por la composición.
Si se
quita la figura de Cristo se comprueba el extraño fenómeno de que el vacío no
pierde nada de su poder a pesar de la
ausencia de toda figura. Ese lugar vacío sigue siendo el lugar central,
hacia el que se dirige nuestra mirada.