lunes, 9 de octubre de 2017

THIERRY BOUTS
 (hacia 1415 – 1475)
La cena
 
La composición de un cuadro tiene como efecto disponer los elementos de tal manera que ninguno de ellos nos sea indiferente. Esto se logra mediante la tensión entre los mismos, produciendo en nosotros un juego de impulsos contrarios, que provoca nuestra sensibilidad plástica, la mantiene y la renueva. 
Este estremecimiento interior de la obra de arte, esa vibración secreta de nuestra sensibilidad plástica, no se manifiesta más que cuando se dan condiciones especiales. Es preciso que la obra de arte se presente a la vez con “lugares de apoyo” y con “lugares de ruptura”. Corresponde a la composición ofrecernos figuras susceptibles de atraernos, no por medio de los objetos representados, sino por las relaciones que haya querido el artista que haya entre ellos.
Veamos un ejemplo de esto que decimos.  
El cuadro de la Cena de Thierry Bouts (¿1415? – 1475) nos muestra un cuadro centrado sobre “triángulos de apoyo
 
         El eje del cuadro pasa exactamente por la raya de la puerta, la nariz, la garganta y el pulgar de Cristo para atravesar el Pan que tiene en la mano izquierda. A un lado y a otro se equilibran las dos mitades del triángulo, uno de cuyos vértices es la cabeza de Jesús y los otros dos las cabezas de los dos apóstoles del primer plano. Este triángulo está a su vez envuelto por un segundo más amplio, cuyos dos lados se tienden sobre la doble hilera de los apóstoles. Con la mesa se construye un tercer triángulo, al que en sentido inverso corresponde el de la techumbre.
 
El resultado de esta disposición es establecer puntos de tensión privilegiados. En el triángulo central nuestra atención va a los tres vértices que forman la cabeza de Jesús y la de los apóstoles. Este triángulo determina por su posición una jerarquía que no se basa en la dignidad respectiva de los personajes, sino que se basa en el lugar geométrico que ocupan.
         El triángulo de apoyo, al combinarse con los personajes, hace “sostenerse” al conjunto ante nuestros ojos. No hay que olvidar que esos triángulos no existen efectivamente en la obra, a lo sumo podemos decir que su figura nos es sugerida y que es nuestra imaginación quien los construye. Pero no son imaginarios de un modo absoluto, ya que hemos sido inducidos a construirlos a partir de las indicaciones queridas por el artista. Ese triángulo se puede sustituir por una circunferencia, un óvalo o cualquier otra figura.
         La tensión plástica no depende de la naturaleza del objeto representado. En este cuadro claro que no es indiferente que se trate de Cristo y que Cristo esté rodeado de sus discípulos, pero en relación con el cuadro, es la manera de disponer los personajes lo que importa ante todo, no su dignidad. El poder de Jesús resulta fascinador y hacia el converge todo, no ya todos los rostros, pues hay algunos que se desvían de él, sino todos los puntos de tensión regulados por la composición.
 
 
Si se quita la figura de Cristo se comprueba el extraño fenómeno de que el vacío no pierde nada de su poder a pesar de la ausencia de toda figura. Ese lugar vacío sigue siendo el lugar central, hacia el que se dirige nuestra mirada.