MATISSE: La Danza
Serguéi Ivánovich fue un empresario ruso que ha pasado a la Historia del Arte por su labor como mecenas y coleccionista de grandes maestros del arte moderno. Muchos de sus principales tesoros se conservan actualmente en dos museos públicos rusos: el Museo del Hermitage de San Petersburgo y el Pushkin de Moscú.
A finales de la primera década del s.XIX, este hombre, encarga a Matisse dos amplios paneles decorativos para su mansión de Moscú. Estos paneles fueron “La danza” y “La música”. Ambos reflejan la incipiente fascinación de Matisse por el arte primitivo. En las dos composiciones utiliza el color rojizo para los cuerpos, el azul para el cielo y el verde para el suelo, para la naturaleza. Estos colores son similares a los que se utilizaban en las antiguas cerámicas y miniaturas persas hasta el s.XIII.
De La Danza, Matisse hace dos versiones, una en 1909 y otra en 1910, diferenciándose una de otra por la intensidad de los colores empleados: rosa y rojo para los cuerpos, azul celeste y azul ultramar para el cielo, y verde veronés y verde esmeralda para el suelo.
Versión de 1909
Versión de 1910
De manera monumental, Matisse independiza con La Danza uno de los motivos que ya aparecían en Alegría de Vivir. Todo el conjunto tiene una forma oval que está inclinada hacia la derecha, y esta forma oval inclinada sugiere al espectador un movimiento en el sentido de las agujas del reloj y acentúa el ímpetu irregular del cuadro. Pero la sensación de movimiento y el ímpetu de dicho movimiento está acentuado por dos factores:
a) Por la posición de la figura del extremo izquierdo y de la que está a su derecha. Ambos cuerpos son los que están más separados y sus manos no están juntas. La figura de la esquina se gira hacia atrás y tiende la mano hacia su compañera. El espectador, inconscientemente, tiende a unir ese vacío entre las dos manos y le da más ímpetu al movimiento de todas las figuras.
La posición de la figura que está abalanzándose para lograr juntar su mano con la de la otra, robustece el ímpetu de la danza y la rapidez del movimiento. El esfuerzo de la danza consigue alterar la posición de las figuras hasta la distorsión, lo que contribuye a aumentar su expresión.
b) Para acentuar la sensación de movimiento y su ímpetu, Matisse se ha valido del encuadre tan novedoso que utiliza, pues no es el marco el que se adapta a la escena sino que parece que es al revés, son los personajes los que se adaptan al marco, ya que para salir en el cuadro deben bajar sus hombros y proyectar sus cabezas hacia delante. La danza tiene un ímpetu que los personajes se tienen que agachar para no salirse del cuadro.
En esta obra, Matisse, nos presenta el baile en corro como un baile primitivo que personifica el ritmo y la alegría de vivir. Esta se transmite de forma contagiosa e inconsciente.
La Danza tiene una monumentalidad y un tamaño majestuoso que, aparte del formato del lienzo, provienen de la simplificación de los elementos pictóricos: menos colores pero distribuidos en extensas superficies de manera casi homogénea y un dibujo que tiende a la línea pura y a perfilar las formas.
Matisse pone énfasis en las dos zonas casi planas y en los colores muy saturados que emplea. Con ello sigue los pasos de Gaugin y se convierte en uno de los pintores que definen el enfoque moderno de la pintura.
Cuadro de Gaugin
Su influencia en la pintura europea es incontestable, pero no se queda sólo en Europa, sino que su influencia también es importante en la pintura abstracta norteamericana, sobre todo en la pintura de “campos de color” de Rotko y Barnet Newman.
Rotko
Albert Newman
Esta influencia se realiza a través de Milton Avery, pintor muy amigo de los dos pintores mencionados anteriormente y gran admirador de Matisse, tanto que le llamaban el Matisse norteamericano.
Tres obras de Milton Avery