Claude Monet: El puente de Charing
Cross
En las
series de cuadros pintados por Monet sobre el
Támesis, la catedral de Rouen y la ciudad de Venecia la poca definición de las formas dificulta, y
a veces imposibilita, el reconocimiento
del lugar. Con ello, la pintura reafirma su autonomía a costa de la disminución
de la representatividad. En todas estas series el motivo representado se
convierte en un medio para plasmar sobre la superficie del lienzo colores y
formas que no siempre son reales, pero tampoco únicamente exclusivos de este
pintor. El artista tampoco pretendió transmitir un sentimiento o estado de
ánimo interno, ni hacer un ejercicio puramente perceptivo. Parece imposible,
pero Monet logró “pintar la niebla” y a
la vez plasmar un espacio dilatado, lo cual es lo opuesto de lo que sucede con
ese fenómeno meteorológico, ya que la niebla dificulta la visión y anula la
profundidad.
Las sensaciones de quietud y silencio que
transmite la pintura y que no existirían en la realidad en aquellos momentos,
se deben al colorido reducido, que la armonía tonal convierte
en una “sinfonía azul”, y al equilibrio de las “líneas” que se cruzan
ortogonalmente.
Para acentuar la profundidad, que
llega a ser notable, el pintor adoptó un punto de vista elevado, aunque sin
respetarlo ya que el puente y el Parlamento están vistos desde una posición más
baja, casi frontalmente.
La atmósfera unificada del cuadro se ha conseguido
mediante el predominio del azul, un color primario, y el violeta, un
secundario; pero también por la presencia casi por todas partes de tonos
cálidos y fríos que, además, crean esa peculiar atmósfera brumosa, relacionada
con las nieblas invernales de la ciudad de Londres en aquella época. Los tonos
cálidos de los reflejos del sol en el agua logrados con pinceladas pequeñas de
amarillos están también presentes en las manchas del mismo color en el cielo.
Estos toques se realzan por el contraste con los tonos morados, su
complementario. Los toques blancos sugieren a la vez el movimiento de la lámina
del agua y los reflejos del sol, que se hacen más vivos mediante toques
pequeños de rojo. Los verdes, complementarios del rojo, se localizan en las zonas
intermedias del cuadro, en la unión del agua y el cielo, y se aprecian en los
pilares del puente y en los edificios del Parlamento. En la pintura los toques
de color son más apagados de lo que parecen en algunas reproducciones.
sobre el agua, y especialmente en la
mitad izquierda, las pinceladas se superponen y son cortas, a veces onduladas y
otras horizontales, y son muy abundantes los toques blancos muy empastados, lo
que aviva los reflejos y el movimiento del agua.
Como podemos ver en los pilares del puente y
en la barca, las formas y los reflejos tienen el mismo tratamiento, si las
diferenciamos sin dudar es, más porque sabemos de qué se trata, que porque
estén pintadas de manera diferente o con colores distintos.
Si concentramos nuestra mirada en esta pintura de
Monet veremos cómo transcurrido un tiempo dejaremos de estar frente a un
paisaje para encontrarnos dentro de él, lo que se debe sobre todo a la luz
uniforme.
Fragmentos de texto e ilustraciones
tomadas de la pág. web del museo Thyssen.