Friedrich Vordemberge-Gildewart
Friedrich Vordemberge-Gildewart nació en Osnabrück, Alemania, en 1899. Murió en Ulm en 1962.
Su pintura se orientó desde el primer momento a la abstracción
geométrica y formó parte activa en diversos grupos de
artistas abstracto-geométricos. Su obra fue incluida en la exposición de Arte
Degenerado organizada por los nazis en 1933.
Analicemos su Composición n. º 104. Blanco sobre blanco de,
1936.
Dentro del cuadrado más pequeño hay dos triángulos: uno de
menor tamaño y con mucha textura, resuelto con pequeños toques de pincel
cargado de color empastado, toques regulares que proporcionan rugosidad y
cuerpo a esa forma geométrica. El contorno del triángulo más grande está
trazado con líneas que poseen también cierto empaste de color, pero su
superficie es totalmente plana, idéntica al fondo, de manera que podemos
considerarlo transparente.
Ambos triángulos están confrontados, pero sus vértices no se tocan,
y sus lados respectivos más próximos son paralelos, dejando libre una sección
del fondo entre ambos. Los triángulos parecen flotar sobre el fondo, y es
significativo que sus bases no reposen horizontalmente, pues la dirección que
han adoptado concede valor a las líneas oblicuas y les confiere la sensación de
estar en movimiento o cuando menos, en suspensión. Si sus vértices se tocasen y
girasen acercándose, el pequeño triángulo podría inscribirse perfectamente en
el grande, pues los ángulos de ambos son iguales. Esta tensión oblicua de las
formas sobre el espacio vacío, traducen el deseo del artista por explorar
ciertas propiedades físicas de éstas, como la extensión, el movimiento, y la
energía, pues el cuadro hace visible la tensión entre energías
Más
abajo, situada entre ambas formas, una barra horizontal asienta la composición,
pues la dinámica direccional de los triángulos queda equilibrada con la
estática de la barra, inmóvil y cargada de materia pictórica.
El pintor ha reducido drásticamente aquí el
cromatismo, aunque el color juega un papel importante en otros exponentes de su
obra pictórica. Este cuadro, sin embargo, se ve animado por efectos lumínicos
propiciados por las diferentes texturas. El color es, en general, aplicado con
poco cuerpo sobre el lienzo. El óleo ha sido diluido para ser dado en capas
finas que dejan visible la trama de la tela sobre la que se extienden. El
cuadrado más pequeño está pintado con más capas de blanco, así que es más
cubriente y más luminoso que el blanco agrisado de los márgenes.
Vordemberge-Gildewart evita dejar las marcas de las cerdas del pincel, o que
las pinceladas sugieran "gestos" impulsivos debido a una aplicación
rápida y emotiva del color. Por el contrario, la superficie es plana, homogénea
y sin efectos subjetivos. Sin embargo, tampoco nos ofrece la apariencia de que
haya sido pintado con una máquina, porque hay algunas diferencias sutilísimas
en la matización del blanco y, sobre todo, en las texturas generadas por los
empastes, debido al pulso de la mano aplicándolos.
El triángulo pequeño y la barra de la
parte inferior presentan texturas en superficie;
en el triángulo mayor, éstas se encuentran sólo en el contorno.
Vordemberge-Gildewart combina precisión y limpieza formal con un cierto
componente táctil. Las texturas confieren esta tactilidad, esta presencia
material a una obra tan austera en sus elementos formales y en su colorido: una
obra que pertenece a una concepción de la abstracción muy rigurosa, casi
desmaterializadora. El artista rechaza cualquier representación mimética de la
naturaleza, pues considera a ésta y al arte mundos diferentes, incluso
contradictorios. Se trata de una creación autónoma, un cuadro que funciona como
un objeto en sí, no referido a otras cosas (paisajes, figuras, etc.). Busca una
creación que él denomina "absoluta" que apela más a la intuición que
a la lógica racional, y va mucho más allá de los meros datos sensoriales,
sosteniendo que: "[…] las obras de arte absoluto apuntan hacia algo que
trasciende la mera visión óptica"
Mediante las texturas
Vordemberge-Gildewart logra dos objetivos: dotar de peso a las formas,
haciéndolas visibles y diferenciándolas en el conjunto blanco; y propiciar
efectos claroscuristas, incorporando distintas reflexiones de la luz, ya que
los toques de óleo en relieve reflejan la luz de diferente manera. Los grumos
de color más pronunciados arrojan sus pequeñas sombras sobre
el fondo y sobre los empastes vecinos. Hay en estas zonas una interrupción de
la continuidad superficial del cuadro. Son sutiles diferencias de matiz, no son
aspectos plenamente visibles al primer vistazo, y sólo una observación atenta
nos permite darnos cuenta de la delicadeza de la construcción de esta
composición. El triángulo texturado parece sólido y más estático, mientras que
el más grande sugiere transparencia y cierta sensación de ingravidez, como si
el leve movimiento de flotación sugerido por ellos fuese a dos tiempos, siendo
el triángulo de menor tamaño el más "corpóreo" y de movimiento
pausado.
Fragmento de texto e
ilustraciones tomadas de la pág. web del
museo Thyssen.
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