CEZANNE: La realidad pictórica
A Cézanne los cuadros de los
impresionistas le parecen demasiado esclavizados a lo momentáneo, a lo efímero.
El también toma como modelo la realidad, pero quiere representar lo inalterable, lo permanente que
hay en ella. Su objetivo es dar trascendencia a los objetos que están presentes.
Para ello confiere a cada motivo un equilibrio en la composición, equilibrio
logrado mediante el cálculo, la reflexión y la lógica.
La reproducción de la naturaleza se
verifica en dos etapas. Primero tiene que leer el motivo, analizarlo en
profundidad, antes de ponerse a pintar. Después viene la etapa de realización,
de composición del cuadro a partir de las formas, colores y estructuras que
había fijado en la etapa previa.
La fidelidad a la naturaleza no consiste
en reproducir sencillamente lo percibido, en imitar superficialmente. La
trasformación que hace un pintor con su forma de ver aporta nuevo interés a la
representación de la naturaleza, pues despliega lo que hasta entonces nadie
había visto y lo traduce en conceptos pictóricos absolutos. Es decir, en algo
distinto de la realidad.
Veamos
un ejemplo de estas ideas, de sus ideas. Veamos como realiza la composición de
un cuadro.
Tenemos
un cuadro y una fotografía del lugar de la naturaleza que pinta. Desde luego que es el mismo sitio, pero las
diferencias no tardan en manifestarse.
¿No hay en el cuadro un árbol más en el grupo de la derecha? ¿El árbol
de la izquierda no tiene menos ramas? Y
las piedras y las hojas son menos numerosas. Se hace patente que la fisonomía
del paisaje está modificada por añadiduras y sustituciones. Si se mira más de
cerca se observa que los árboles no están plantados del mismo modo y que el pozo parece que está adelantado.
A
la vaguedad del claro sustituye, a la derecha, un tejido de follaje con luz,
los matorrales del primer término se reducen a unos cuantos tallos, el árbol
del extremo derecho se ha desdoblado, el árbol en X aumenta la desviación de su
base afinando su trazo vertical. Si el boscaje subsiste en líneas generales, no
hay un detalle, ni uno solo, que no sea deformado por el artista. La identidad
del asunto y del cuadro no es nunca más que superficial.
La
obra de arte no puede ni quiere rivalizar con la naturaleza, siendo en su
origen y en su fundamento ante todo una
reflexión sobre ella. Mírese que esta reflexión no es solo cuestión de
pensamiento sino además de sensibilidad. El artista sustituye el espectáculo de
la naturaleza por una ordenación, es decir, un conjunto de relaciones ligadas
entre sí. La obra de arte pone de manifiesto un orden que se caracteriza por la
intervención del hombre. El cuadro de Cézanne no es el resultado de la adicción ni de la yuxtaposición de objetos. Arboles,
piedra, pozo, se componen entre ellos para participar, cada uno a su manera
pero todos sin excepción, en la expresión de grandeza mesurada que se desprende
del lienzo.
Aclaremos este punto estudiando cómo ha
situado los arboles de la derecha, los cuales son muy desiguales a la
fotografía. Observando el esquema de la fotografía vemos que entre los arboles
1 y 3, el árbol 2 parece tanto más endeble cuando el 1 es robusto y el 3,
formado por doble fuste, es enorme; al reducirse a un hilo, su existencia está
como apagada por la presencia de sus vecinos.
Consciente
del peligro Cézanne inventa la modificación del paisaje, añadiendo
deliberadamente un árbol entre el 1 y el 3, quedando la serie 1-2-2 bis-3-4.
Simultáneamente da a los troncos un formato sensiblemente igual. Gracias a esta
transformación anodina a primera vista, el artista introduce elementos que por
su carácter engendran relaciones que ignoran los árboles fotografiados y los
árboles en la naturaleza.
La composición tiene pues por objeto
ordenar las partes heterogéneas de la naturaleza en elementos homogéneos de
lenguaje, a fin de producir en el espectador una unidad de impresión.
Esta
unidad de impresión no está presente en la realidad, en la naturaleza. Y es por
esta transformación, realizada a través de la composición, o de otros medios
plásticos, por lo que Cézanne, y otros muchos pintores, crean una nueva
realidad: la realidad pictórica.
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