DOMENICO
VENEZIANO: Anunciación
Texto basado en el de René Berger del libro
El Conocimiento de la Pintura
Ante un muro desnudo, después
de haber apreciado su extensión, el ojo permanece inerte. Pero si se rompe con
huecos dispuestos a intervalos regulares entonces se despierta la atención.
Ahora bien, este embrión de ritmo (ventana, muro, ventana)
no tiene solo por efecto provocar la actividad de la mirada, sino también
organizar la visión en duración, lo que es más importante. En efecto, si el
muro no se mueve, la mirada lo recorre y, requerida por la sucesión de macizos
y huecos, oscila de un elemento a otro, correspondiendo la suma de los
trayectos a la duración total necesaria para recorrer los intervalos de muro y
ventana. Lógicamente la mirada emplea más tiempo en recorrer los elementos más
amplios.
Veamos con más detenimiento el efecto del ritmo y de la
duración de la mirada en un cuadro concreto, en este caso en la Anunciación de
Doménico Veneziano, obra realizada en 1445.
El
cuadro representa el momento de la Anunciación, cuando el ángel comunica a
María que ha sido elegida por Dios para ser la madre de Jesús.
Si
suprimimos las figuras nos hallamos ante un muro que el artista articula por
medio de un pórtico cortado a intervalos sensiblemente iguales por columnas.
Vemos
que hay 5 elementos formando diversos intervalos. Para subrayar que todos los
elementos pertenecen a una misma duración, a un mismo tema, el artista corona
su pórtico con una cornisa que ocupa el cuadro de un extremo a otro. Sin embargo,
para evitar la monotonía y uniformidad pone unos intervalos adelantados sobre
otros. Este efecto es bien perceptible porque además de la variación en la
orientación de la cornisa, en la parte
baja del cuadro también cambia la orientación de las columnas.
La
cornisa está hecha de tramos de desigual largura. El del centro, el más
importante, se salva de la uniformidad gracias a la articulación ternaria del
muro que corona. Observemos que en vez de aplastar el muro la cornisa produce
una sensación de ligereza gracias a la abertura del arco y al doble hueco de
las ventanas. Del mismo modo, el peso de los cuerpos avanzados disminuye a
nuestros ojos gracias a la esbeltez de las cuatro columnas que los sostienen.
Pero
el ritmo se desarrolla igualmente en profundidad. Ved sobre todo la
articulación del primer plano según la vertical los dos grupos gemelos de
cuatro columnas a un lado y otro del centro.
Según
la horizontal el ritmo se desarrolla según el triple juego de las tres losas en
perspectiva.
El
segundo plano corresponde al paso que da al jardín y que articulan las bases de
las columnas de su entrada, la del muro y la sombra oblicua sobre las losas. Por
último, el tercer plano se articula por medio del césped, de los dos brazos del
pasillo transversal y de los ramajes en flor que flanquean la puerta cerrada.
Tratado de esta suerte el cuadro se edifica a manera de una
estrofa o de un conjunto de estrofas, pues se trata del poema que Doménico
Veneziano consagra a la Anunciación. Así nos es dado penetrar en el sentimiento
del artista y en los del ángel y la Virgen por los recursos del ritmo sin que
haya necesidad de expresión plástica o de indicaciones escenográficas.
A la izquierda del cuadro, pero en la zona central, se halla
un ángel rodilla en tierra y con el dedo levantado, transmitiendo el mensaje
divino: ”He aquí que concebirás y alumbrarás a un hijo al que pondrás por
nombre Jesús. Será grande y se le llamará Hijo del Altísimo” A decir verdad, no
hay ninguna palabra y el ángel ni siquiera abre la boca. Aquí es donde hay que
redoblar la atención. De los tres elementos de la parte central solo el de la
izquierda está ocupado por el mensajero; los otros están aparentemente vacíos.
Pero aparentemente a ese vacío se le confía plásticamente la transmisión de las
palabras celestiales, indicadas por la inclinación de los lirios. Gracias a los
tres compases de los que el primero está ocupado por el ángel y los otros dos
por el silencio, el artista nos hace tomar conciencia a la vez del Verbo y de
la distancia que separa a éste de la criatura elegida por Dios.
Este
doble efecto se subraya por la situación de los personajes, colocando a María
detrás del tenue biombo de las columnas mientras que el ángel está delante. Además,
la Virgen está metida entre las columnas que forman el primer plano, formando
en cierto modo parte del lugar. Por el contrario, el ángel está situado al
nivel de la primera columna, como si no perteneciese al mismo lugar y estuviera
solo de paso, “después el ángel la dejó” añade San Lucas.
Así,
con la ayuda de los recursos del ritmo Doménico Veneziano consigue comunicarnos
en un marco arquitectónico de la época y sin recurrir a nada de aspecto
sobrenatural el sentimiento de los sobrenatural y la profunda reverencia que lo
anima
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