viernes, 3 de marzo de 2017

DOMENICO VENEZIANO: Anunciación
Texto basado en el de René Berger del libro
 El Conocimiento de la Pintura
 
         Ante un muro desnudo, después de haber apreciado su extensión, el ojo permanece inerte. Pero si se rompe con huecos dispuestos a intervalos regulares entonces se despierta la atención.
         Ahora bien, este embrión de ritmo (ventana, muro, ventana) no tiene solo por efecto provocar la actividad de la mirada, sino también organizar la visión en duración, lo que es más importante. En efecto, si el muro no se mueve, la mirada lo recorre y, requerida por la sucesión de macizos y huecos, oscila de un elemento a otro, correspondiendo la suma de los trayectos a la duración total necesaria para recorrer los intervalos de muro y ventana. Lógicamente la mirada emplea más tiempo en recorrer los elementos más amplios.
         Veamos con más detenimiento el efecto del ritmo y de la duración de la mirada en un cuadro concreto, en este caso en la Anunciación de Doménico Veneziano, obra realizada en 1445.
 
El cuadro representa el momento de la Anunciación, cuando el ángel comunica a María que ha sido elegida por Dios para ser la madre de Jesús.
Si suprimimos las figuras nos hallamos ante un muro que el artista articula por medio de un pórtico cortado a intervalos sensiblemente iguales por columnas.
 
 
Vemos que hay 5 elementos formando diversos intervalos. Para subrayar que todos los elementos pertenecen a una misma duración, a un mismo tema, el artista corona su pórtico con una cornisa que ocupa el cuadro de un extremo a otro. Sin embargo, para evitar la monotonía y uniformidad pone unos intervalos adelantados sobre otros. Este efecto es bien perceptible porque además de la variación en la orientación de la cornisa,  en la parte baja del cuadro también cambia la orientación de las columnas.
 
 
La cornisa está hecha de tramos de desigual largura. El del centro, el más importante, se salva de la uniformidad gracias a la articulación ternaria del muro que corona. Observemos que en vez de aplastar el muro la cornisa produce una sensación de ligereza gracias a la abertura del arco y al doble hueco de las ventanas. Del mismo modo, el peso de los cuerpos avanzados disminuye a nuestros ojos gracias a la esbeltez de las cuatro columnas que los sostienen.
Pero el ritmo se desarrolla igualmente en profundidad. Ved sobre todo la articulación del primer plano según la vertical los dos grupos gemelos de cuatro columnas a un lado y otro del centro.
 
Según la horizontal el ritmo se desarrolla según el triple juego de las tres losas en perspectiva.
 
El segundo plano corresponde al paso que da al jardín y que articulan las bases de las columnas de su entrada, la del muro y la sombra oblicua sobre las losas. Por último, el tercer plano se articula por medio del césped, de los dos brazos del pasillo transversal y de los ramajes en flor que flanquean la puerta cerrada.
         Tratado de esta suerte el cuadro se edifica a manera de una estrofa o de un conjunto de estrofas, pues se trata del poema que Doménico Veneziano consagra a la Anunciación. Así nos es dado penetrar en el sentimiento del artista y en los del ángel y la Virgen por los recursos del ritmo sin que haya necesidad de expresión plástica o de indicaciones escenográficas.
 
         A la izquierda del cuadro, pero en la zona central, se halla un ángel rodilla en tierra y con el dedo levantado, transmitiendo el mensaje divino: ”He aquí que concebirás y alumbrarás a un hijo al que pondrás por nombre Jesús. Será grande y se le llamará Hijo del Altísimo” A decir verdad, no hay ninguna palabra y el ángel ni siquiera abre la boca. Aquí es donde hay que redoblar la atención. De los tres elementos de la parte central solo el de la izquierda está ocupado por el mensajero; los otros están aparentemente vacíos. Pero aparentemente a ese vacío se le confía plásticamente la transmisión de las palabras celestiales, indicadas por la inclinación de los lirios. Gracias a los tres compases de los que el primero está ocupado por el ángel y los otros dos por el silencio, el artista nos hace tomar conciencia a la vez del Verbo y de la distancia que separa a éste de la criatura elegida por Dios.
 
Este doble efecto se subraya por la situación de los personajes, colocando a María detrás del tenue biombo de las columnas mientras que el ángel está delante. Además, la Virgen está metida entre las columnas que forman el primer plano, formando en cierto modo parte del lugar. Por el contrario, el ángel está situado al nivel de la primera columna, como si no perteneciese al mismo lugar y estuviera solo de paso, “después el ángel la dejó” añade San Lucas.
Así, con la ayuda de los recursos del ritmo Doménico Veneziano consigue comunicarnos en un marco arquitectónico de la época y sin recurrir a nada de aspecto sobrenatural el sentimiento de los sobrenatural y la profunda reverencia que lo anima


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