TIZIANO - VENUS Y LA
MÚSICA
Artículo basado en el libro de René Berger
“El conocimiento de la pintura. El arte de apreciarla”
Tiziano
(1477/1490 – 1576) es uno de los pintores más destacados del Renacimiento.
Trabajó para el emperador Carlos V, para su hijo Felipe II, para el papa Pablo
III, para los duques de Mantua y Ferrara, para todos los grandes de la época.
Pinta
obras religiosas y profanas y sobre todo destaca en sus pinturas al óleo.
Pinturas que se conservan en los principales museos del mundo. El del Prado es
el más privilegiado pues cuenta con algunos de los más bellos cuadros del
maestro veneciano, como esta Venus y la Música.Ya ante el cuadro nos preguntamos ¿Qué hace exactamente Venus entre el perrillo que acaricia y el músico? ¿De verdad está tocando este hombre? ¿No acaba más bien de detenerse ante el ladrido del perro? Su cabeza vuelta indica la dirección de la mirada, sin embargo, no se puede asegurar que lo que mira es el perro.
No es el afán histórico, ni el topográfico, ni el documental, ni menos aún organizar una escena verosímil lo que anima al artista. Dejemos de buscar en la verosimilitud de la escena, en la decoración o en la acción cual es el encanto de este lienzo.
Como espectadores nuestra mirada va
alternativamente del desnudo al músico, otra vez al desnudo y así sigue
oscilando de uno a otro. Esto supone que el desnudo no tiene toda la
importancia, sino que también el músico es muy importante.
Veamos cómo está hecha la
composición del cuadro.
Horizontalmente los 2/3 del cuadro
están ocupados por el cuerpo de Venus y 1/3 por el del músico. Pero
simultáneamente se observa en sentido inverso que 2/3 están ocupados por el
músico y su mirada y 1/3 por el busto de Venus.
Por último, se aprecia que el
rectángulo en el que se inscribe el desnudo de Venus es el mismo que el del
artista y su mirada y que ambos se imbrican el uno en el otro.
Gracias a esta disposición no están
fijos los dos polos, sino que las superficies deslizantes que los soportan nos
hacen ir incesantemente de uno a otro. El centro de atención del cuadro es la
mirada y el pintor lo crea haciendo que el espectador haga suyo ese espacio y
lo esté recorriendo constantemente con su mirada.
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