viernes, 18 de abril de 2014

BRIDGET RILEY: ARTE CINÉTICO
Hoy en día se conoce como arte cinético, aquellas obras que causan al espectador movimiento e inestabilidad, gracias a ilusiones ópticas, que cambian de aspecto según el punto desde el que son contempladas.
Las expresiones más conocidas de Arte Cinético son aquellas piezas de arte visual como pinturas y dibujos que se basan en figuras geométricas y que producen al espectador una sensación de movimiento e inestabilidad donde realmente no existe, sólo es producto de la ilusión óptica que generan líneas paralelas y colores complementarios.
Bridget Riley es una artista británica que a mediados de los años 60 destacó por sus pinturas de abstracciones geométricas en las que, a través de efectos ópticos, logró desafiar al espectador al hacerlo transitar por experiencias visuales complejas en su forma. 


En estas dos obras el efecto visual de movimiento es evidente y está conseguido por variaciones de curvatura o de dirección de líneas paralelas, lo que hace que la superficie parezca ondear hacia arriba y abajo a la vez que se expande hacia los lados.
En las obras que viene a continuación, la pintora británica halla el equivalente visual de la energía, creando un espacio móvil que produce el efecto del “estallido del látigo”. Si bien puede observarse un movimiento vertical que decrece hacia los bordes, es el movimiento horizontal el que predomina a modo de oleaje. Esta técnica, llamada “moiré”, explora en estas obras las posibilidades artísticas del fenómeno óptico.


    En otras obras, Riley utiliza composiciones en las que parece que interaccionan dos figuras geométricas que en realidad no existen, pero que se insinúan, o nos hace creer en su existencia, por la alternancia, disposición y forma de manchas blancas y negras. 
  El uso del color en la obra de Riley no sucedió hasta principios de los años 70 cuando comenzó a utilizar formas más estables construidas con líneas rectas u onduladas. El color se convierte aquí en la sensación de movimiento producida por la manera en que éste es utilizado como parte de la obra y no como un simple recurso de embellecimiento. La concentración de diversos colores en una pintura produce apariciones de otros tonos, con lo que se genera la ilusión de movimiento.
 



La obra titulada Punjab es una obra poco frecuente en el repertorio de Bridget Riley por el hecho de que en la mayoría de sus cuadros los principales elementos se presentan en sentido vertical y crean un movimiento suave de izquierda a derecha y viceversa.


       Contrastando con ello, el dinamismo óptico de esta obra se presenta en vertical. Existe una recesión graduada e implícita; los elementos rojos disminuyen de amplitud sistemáticamente de abajo arriba. Se alinean a lado y lado con el azul y el verde para generar un parpadeo vertical amarillo óptico que cobra intensidad progresivamente mientras la mirada asciende por el cuadro.


viernes, 11 de abril de 2014

SEURAT: EL DIVISIONISMO
Seurat inaugura una escuela que combinaba la libertad y las innovaciones impresionistas con el cientifismo positivista de fines del XIX. Esta escuela se denomina puntillismo. La innovación consiste en utilizar la pincelada suelta y descompuesta en colores primarios, que ya habían establecido los impresionistas, para realizarla con exactitud matemática y rigurosa en puntitos de color básicos, cuyo efecto se combina equilibradamente en la retina del espectador. Esta ordenación tan estricta de la pincelada requiere unos contornos precisos, unas figuras estáticas y unas escenas compositivamente sólidas, sobre una base geométrica estable. El efecto fue de lo más heterodoxo, puesto que el aspecto era pálido y academicista; sin embargo, Seurat estaba utilizando los más revolucionarios métodos pictóricos al mismo tiempo.

        Analicemos su obra EL CIRCO.

El Circo es una de las obras más grandiosas del  divisionismo. En esta obra Seurat interpreta las teorías de Charles Henry sobre los efectos psicológicos de línea y color, así como las leyes de  la mezcla óptica de los colores formuladas por Chevreul y Rood.  Cuando la pintura fue exhibida en el Salon des Indépendants en 1891, un crítico dijo: " En El circo todo está combinado en la armonía por analogía,  la reconciliación de los contrarios, en vista de sensaciones agradables: ascendencia de  las líneas, contrastes  sucesivos de tonos, predominio del naranja  muy marcado que resalta un cuadro en oposición de tonos y matices con el conjunto..."
En esta obra se yuxtaponen dos espacios: el de la pista y los artistas, llenos de  curvas con arabescos estilizados  y en espiral, en tensión dinámica, e incluso  desequilibrada;  y por otro el de las gradas y el público, rígido, ortogonal, inmóvil, de una rigurosa geometría.
El orden de los colores obedece a reglas precisas: el color primordial, el de la luz pura, el blanco, domina el lienzo. La paleta combina los tres colores primarios: rojo, amarillo y azul modulados en pequeños trazos metódicos que hacen eco al ritmo de las líneas.
 Son los colores los que unen las diversas partes del cuadro.  El movimiento de las figuras y líneas  blancas de la pista (caballo, cara y cuello del payaso, borde de la pista, camisa del presentador)  tienen su correspondencia estática en las gradas que ocupan los espectadores; las líneas amarillas de los saltimbanquis y la cinta del payaso tienen su correspondencia estática en los vestidos de numerosas espectadoras de las gradas; las sombras azules y el color de la pista, sombras que son líneas curvas, tienen su réplica en las cortinas del fondo, los músicos, las escaleras y las gradas superiores.
 Con este cuadro, que muchos críticos consideran inacabado, Seurat ambiciona una simbiosis entre creación artística y análisis científico, uniéndose a una de las principales preocupaciones del siglo XIX.

viernes, 4 de abril de 2014

MUNCH
A principios del siglo XX. Cuando los impresionistas volvieron de bailar y de disfrutar de la alegría de vivir, pero también de mirar, algunos artistas empezaron a ver el otro lado de la realidad. El impresionismo se quedaba en la piel de las cosas, y los expresionistas buscaron pasar al lienzo sus vivencias personales, sus sensaciones y sus sentimientos.


        En estos dos cuadros de tema similar, se puede observar la diferencia entre el impresionismo y el expresionismo. El primero es más real, más amable. Pisarro ha visto un paisaje y lo ha pintado  lleno de luz y color. El segundo es mucho más atormentado, más lleno de colores violentos con formas más retorcidas. Es un cuadro en el que el autor ha puesto algo de su visión del mundo, un mundo complejo, y ha querido expresar su aspecto algo violento y caótico.
Los expresionistas llevan a cabo un proceso de deformación subjetiva de las formas y los colores tal como había hecho Van Gogh. Proyectan sobre los elementos que componen su obra cualidades y visiones subjetivas.
Otro pintor que tuvo una gran influencia  fue Munch, que también estaba fascinado por Van Gogh, al que conocía. Munch con su angustia fue el punto de partida de los expresionistas y en 1898 escribió algo que parece el pistoletazo de salida: “Ya no debes pintar interiores con hombres leyendo y con mujeres sentadas. Deben ser seres que respiren, sientan, amen y sufran.” 

LA DANZA DE LA VIDA
En “La danza de la vida” se muestra un baile junto al agua, a la luz de la luna. Las parejas de bailarines parecen estar aisladas, moviéndose en sus propias órbitas predestinadas. Sus siluetas son fluidas pero conservan una extraña rigidez, con sus cuerpos unidos en un intercambio amoroso intemporal, parecido al trance. El mismo Munch destaca varias ambivalencias en esta pintura: contrapones lo espiritual a lo carnal; el deseo sexual masculino al femenino insatisfecho, negativo. De este modo la danza de la vida se trasforma en un cuadro sin alegría que invoca su opuesto mítico: un momento congelado de la danza ritual de la muerte. 

 Emplea identidades femeninas contradictorias. Una hermosa joven vestida de blanco, desdeñada y sin amor, se metamorfosea en su contrario: una mujer de edad, de tez amarillenta y arrugada, vestida de negro. Son los dos  polos entre los cuales transcurre toda la aventura emotiva: la desdicha y la felicidad.