viernes, 11 de abril de 2014

SEURAT: EL DIVISIONISMO
Seurat inaugura una escuela que combinaba la libertad y las innovaciones impresionistas con el cientifismo positivista de fines del XIX. Esta escuela se denomina puntillismo. La innovación consiste en utilizar la pincelada suelta y descompuesta en colores primarios, que ya habían establecido los impresionistas, para realizarla con exactitud matemática y rigurosa en puntitos de color básicos, cuyo efecto se combina equilibradamente en la retina del espectador. Esta ordenación tan estricta de la pincelada requiere unos contornos precisos, unas figuras estáticas y unas escenas compositivamente sólidas, sobre una base geométrica estable. El efecto fue de lo más heterodoxo, puesto que el aspecto era pálido y academicista; sin embargo, Seurat estaba utilizando los más revolucionarios métodos pictóricos al mismo tiempo.

        Analicemos su obra EL CIRCO.

El Circo es una de las obras más grandiosas del  divisionismo. En esta obra Seurat interpreta las teorías de Charles Henry sobre los efectos psicológicos de línea y color, así como las leyes de  la mezcla óptica de los colores formuladas por Chevreul y Rood.  Cuando la pintura fue exhibida en el Salon des Indépendants en 1891, un crítico dijo: " En El circo todo está combinado en la armonía por analogía,  la reconciliación de los contrarios, en vista de sensaciones agradables: ascendencia de  las líneas, contrastes  sucesivos de tonos, predominio del naranja  muy marcado que resalta un cuadro en oposición de tonos y matices con el conjunto..."
En esta obra se yuxtaponen dos espacios: el de la pista y los artistas, llenos de  curvas con arabescos estilizados  y en espiral, en tensión dinámica, e incluso  desequilibrada;  y por otro el de las gradas y el público, rígido, ortogonal, inmóvil, de una rigurosa geometría.
El orden de los colores obedece a reglas precisas: el color primordial, el de la luz pura, el blanco, domina el lienzo. La paleta combina los tres colores primarios: rojo, amarillo y azul modulados en pequeños trazos metódicos que hacen eco al ritmo de las líneas.
 Son los colores los que unen las diversas partes del cuadro.  El movimiento de las figuras y líneas  blancas de la pista (caballo, cara y cuello del payaso, borde de la pista, camisa del presentador)  tienen su correspondencia estática en las gradas que ocupan los espectadores; las líneas amarillas de los saltimbanquis y la cinta del payaso tienen su correspondencia estática en los vestidos de numerosas espectadoras de las gradas; las sombras azules y el color de la pista, sombras que son líneas curvas, tienen su réplica en las cortinas del fondo, los músicos, las escaleras y las gradas superiores.
 Con este cuadro, que muchos críticos consideran inacabado, Seurat ambiciona una simbiosis entre creación artística y análisis científico, uniéndose a una de las principales preocupaciones del siglo XIX.

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