MUNCH
A
principios del siglo XX. Cuando los impresionistas volvieron de bailar y de
disfrutar de la alegría de vivir, pero también de mirar, algunos artistas
empezaron a ver el otro lado de la realidad. El impresionismo se quedaba en la
piel de las cosas, y los expresionistas buscaron pasar al lienzo sus vivencias
personales, sus sensaciones y sus sentimientos.
En estos dos cuadros de tema similar, se
puede observar la diferencia entre el impresionismo y el expresionismo. El
primero es más real, más amable. Pisarro ha visto un paisaje y lo ha
pintado lleno de luz y color. El segundo
es mucho más atormentado, más lleno de colores violentos con formas más
retorcidas. Es un cuadro en el que el autor ha puesto algo de su visión del
mundo, un mundo complejo, y ha querido expresar su aspecto algo violento y
caótico.
Los
expresionistas llevan a cabo un proceso de deformación subjetiva de las formas
y los colores tal como había hecho Van Gogh. Proyectan sobre los elementos que
componen su obra cualidades y visiones subjetivas.
Otro
pintor que tuvo una gran influencia fue Munch, que también estaba fascinado por
Van Gogh, al que conocía. Munch con su angustia fue el punto de partida de los
expresionistas y en 1898 escribió algo que parece el pistoletazo de salida: “Ya no debes pintar interiores con hombres
leyendo y con mujeres sentadas. Deben ser seres que respiren, sientan, amen y
sufran.”
LA
DANZA DE LA VIDA
En
“La danza de la vida” se muestra un baile junto al agua, a la luz de la luna.
Las parejas de bailarines parecen estar aisladas, moviéndose en sus propias
órbitas predestinadas. Sus siluetas son fluidas pero conservan una extraña
rigidez, con sus cuerpos unidos en un intercambio amoroso intemporal, parecido
al trance. El mismo Munch destaca varias ambivalencias en esta pintura:
contrapones lo espiritual a lo carnal; el deseo sexual masculino al femenino
insatisfecho, negativo. De este modo la danza de la vida se trasforma en un
cuadro sin alegría que invoca su opuesto mítico: un momento congelado de la
danza ritual de la muerte.
Emplea
identidades femeninas contradictorias. Una hermosa joven vestida de blanco,
desdeñada y sin amor, se metamorfosea en su contrario: una mujer de edad, de
tez amarillenta y arrugada, vestida de negro. Son los dos polos entre los cuales transcurre toda la
aventura emotiva: la desdicha y la felicidad.
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