Mark Rothko
La color-field
painting o «pintura de campos de color» es una corriente dentro de la
Escuela de Nueva York, anticipatoria de la pintura minimalista. Surgió en torno al año 1947. Se crearon
cuadros en los que dominaban amplias áreas de color, todas ellas de igual
intensidad. No hay en sus obras contrastes de luz o de colores. El dibujo y el
gesto se hicieron simples. En muchas obras se trabajaba con un solo color con
diferentes tonalidades. Son cuadros cercanos al neoplasticismo pero, a diferencia de él, las áreas de color son abiertas, y parecen
seguir más allá de los bordes del cuadro.
Dentro de esta tendencia
se enmarca la obra de Mark Rothko (1903-1970). Dada la aparente simplicidad de sus obras es muy difícil hacer una
valoración de los elementos plásticos presentes en otras obras: tensión,
movimiento, composición, etc. La obra de Rothko se presta sobre todo a una
valoración personal, más bien afectiva, alejada de los planteamientos plásticos
tradicionales. La crítica que se hace de su obra suele ser, en la mayoría de
los casos, una crítica literaria.
Lo que Rothko pinta es la abstracción de la inmensidad del espacio y esto
hace que su pintura transmita algo de espiritual.
A esa sensación de inmensidad transmitida por los cuadros de Rothko
contribuyen varias cosas. Para empezar el gran tamaño de la obra que, como el
propio artista decía, pretende contener o envolver al espectador, pero dentro
de una escala "íntima y humana". Luego está el hecho de que los
cuadros no tengan marco y que sea el propio lienzo, pintado con el color del
fondo, el que forre el bastidor y termine el cuadro en sus bordes. Esto los
convierte en espacios autónomos logrando así potenciar sus valores y acercar la
obra al espectador.
Veamos el cuadro Verde
sobre morado (1961). Madrid, Museo
Thyssen-Bornemisza.
En el caso de este cuadro, el fondo, uniforme en apariencia, aunque lleno
de matices muy sutiles, y el rectángulo verde, también lleno de matices, que
flota en el espacio, crean una sensación espacial de tensa calma que no se sabe
dónde empieza ni donde acaba. De esta forma tan simple representa Rothko la
inmensidad. El que no haya nada más que color, pues la forma interviene lo
mínimo, remite a la inmensidad del vacío.
Es muy interesante constatar que lo que
bien podría ser como una ventana (verde) que se abre en una pared (marrón), en
absoluto da esa impresión. Pero tampoco el rectángulo verde es una pantalla.
No, es un espacio independiente del fondo, aunque en él suspendido, que tiene
su propia "profundidad", igual que el fondo. Pero esta profundidad,
en ambos casos, no está señalada por ningún escorzo, por ninguna fuga, no tiene términos. Es la profundidad
misma del color, de su vibración, profundidad que consigue por las sutiles variaciones de los colore,
unas más claros, otras más oscuros, que Rothko ha producido en ambas
superficies.
El espectador puede hacerse la
siguiente pregunta delante de este cuadro: el rectángulo verde ¿está delante o
detrás del rectángulo del fondo, es decir, del plano del lienzo? Dicho de otra
manera ¿se trata de un plano que figura estar situado por delante del fondo o,
por el contrario, es un espacio que figura abrirse más allá de éste? No sé qué
se contestarán los que se hagan esta pregunta, pero yo puedo decir que si la he
formulado es porque la respuesta está muy clara para mí: ni una cosa ni otra.
En efecto, ni delante ni detrás del plano del lienzo. El rectángulo verde no se
viene hacia mí dejando atrás el fondo -en todo caso se me vienen los dos encima
a la vez- y tampoco puedo ver más allá de éste a través de aquél. Pero
curiosamente tampoco está situado el rectángulo verde en el mismo plano del
fondo. Éste es, para mí, el mayor logro de Rothko en este cuadro.
Es evidente que Rothko pretendía que el
espectador de sus cuadros sintiera esa sensación de inmensidad espacial en la
que seguramente él mismo se sumergía mientras los pintaba.
Salvando el hecho de que los cuadros de
Rothko se basan en figuras geométricas simples -rectángulos-, se puede decir
que sí parece que haya huido conscientemente de algunos aspectos de la
geometría. Así, los lados de sus rectángulos no son líneas perfectas, sino los
bordes difusos de las manchas de color, y los rectángulos, aunque parezca que
sí, en realidad no tienen un eje horizontal común, como ocurre en el cuadro que
nos ocupa, en el que además las diagonales del lienzo "casi" forman
un ángulo recto, pero sólo "casi".
En sus
memorias, el coleccionista Ben Heller da la impresión de haber captado algo de
lo que Rothko se proponía con su obra: "¿Cómo era capaz de activar la
relación entre cuadro y espectador con una cantidad tan pequeña de variaciones?
Con las escasas combinaciones de una paleta de colores fríos y cálidos, claros
y oscuros, brillantes y mortecinos, resplandecientes y apagados, jubilosos y
tristes, tranquilos y apasionados, ¿cómo era capaz de despertar sentimientos
que reflejaran la amplitud, la diversidad, el dramatismo, y la profundidad?
¿Quién puede responder a este tipo de preguntas? Sólo los propios cuadros... y
cada espectador".
Artículo basado en textos e
ilustraciones de la pág. web del museo Thyssen.
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