jueves, 11 de septiembre de 2014

Mark Rothko
            La color-field painting o «pintura de campos de color» es una corriente dentro de la Escuela de Nueva York, anticipatoria de la pintura minimalista. Surgió en torno al año 1947. Se crearon cuadros en los que dominaban amplias áreas de color, todas ellas de igual intensidad. No hay en sus obras contrastes de luz o de colores. El dibujo y el gesto se hicieron simples. En muchas obras se trabajaba con un solo color con diferentes tonalidades. Son cuadros cercanos al neoplasticismo pero, a diferencia de él, las áreas de color son abiertas, y parecen seguir más allá de los bordes del cuadro.
  Dentro de esta tendencia se enmarca la obra de Mark Rothko (1903-1970). Dada la aparente simplicidad de sus obras es muy difícil hacer una valoración de los elementos plásticos presentes en otras obras: tensión, movimiento, composición, etc. La obra de Rothko se presta sobre todo a una valoración personal, más bien afectiva, alejada de los planteamientos plásticos tradicionales. La crítica que se hace de su obra suele ser, en la mayoría de los casos, una crítica literaria.
Lo que Rothko pinta es la abstracción de la inmensidad del espacio y esto hace que su pintura transmita algo de espiritual.
      A esa sensación de inmensidad transmitida por los cuadros de Rothko contribuyen varias cosas. Para empezar el gran tamaño de la obra que, como el propio artista decía, pretende contener o envolver al espectador, pero dentro de una escala "íntima y humana". Luego está el hecho de que los cuadros no tengan marco y que sea el propio lienzo, pintado con el color del fondo, el que forre el bastidor y termine el cuadro en sus bordes. Esto los convierte en espacios autónomos logrando así potenciar sus valores y acercar la obra al espectador.
Veamos el cuadro Verde sobre morado (1961). Madrid, Museo Thyssen-Bornemisza.
 
En el caso de este cuadro, el fondo, uniforme en apariencia, aunque lleno de matices muy sutiles, y el rectángulo verde, también lleno de matices, que flota en el espacio, crean una sensación espacial de tensa calma que no se sabe dónde empieza ni donde acaba. De esta forma tan simple representa Rothko la inmensidad. El que no haya nada más que color, pues la forma interviene lo mínimo, remite a la inmensidad del vacío.
Es muy interesante constatar que lo que bien podría ser como una ventana (verde) que se abre en una pared (marrón), en absoluto da esa impresión. Pero tampoco el rectángulo verde es una pantalla. No, es un espacio independiente del fondo, aunque en él suspendido, que tiene su propia "profundidad", igual que el fondo. Pero esta profundidad, en ambos casos, no está señalada por ningún escorzo, por ninguna fuga, no tiene términos. Es la profundidad misma del color, de su vibración, profundidad que consigue  por las sutiles variaciones de los colore, unas más claros, otras más oscuros, que Rothko ha producido en ambas superficies.
         El espectador puede hacerse la siguiente pregunta delante de este cuadro: el rectángulo verde ¿está delante o detrás del rectángulo del fondo, es decir, del plano del lienzo? Dicho de otra manera ¿se trata de un plano que figura estar situado por delante del fondo o, por el contrario, es un espacio que figura abrirse más allá de éste? No sé qué se contestarán los que se hagan esta pregunta, pero yo puedo decir que si la he formulado es porque la respuesta está muy clara para mí: ni una cosa ni otra. En efecto, ni delante ni detrás del plano del lienzo. El rectángulo verde no se viene hacia mí dejando atrás el fondo -en todo caso se me vienen los dos encima a la vez- y tampoco puedo ver más allá de éste a través de aquél. Pero curiosamente tampoco está situado el rectángulo verde en el mismo plano del fondo. Éste es, para mí, el mayor logro de Rothko en este cuadro.
         Es evidente que Rothko pretendía que el espectador de sus cuadros sintiera esa sensación de inmensidad espacial en la que seguramente él mismo se sumergía mientras los pintaba.
         Salvando el hecho de que los cuadros de Rothko se basan en figuras geométricas simples -rectángulos-, se puede decir que sí parece que haya huido conscientemente de algunos aspectos de la geometría. Así, los lados de sus rectángulos no son líneas perfectas, sino los bordes difusos de las manchas de color, y los rectángulos, aunque parezca que sí, en realidad no tienen un eje horizontal común, como ocurre en el cuadro que nos ocupa, en el que además las diagonales del lienzo "casi" forman un ángulo recto, pero sólo "casi".
 
En sus memorias, el coleccionista Ben Heller da la impresión de haber captado algo de lo que Rothko se proponía con su obra: "¿Cómo era capaz de activar la relación entre cuadro y espectador con una cantidad tan pequeña de variaciones? Con las escasas combinaciones de una paleta de colores fríos y cálidos, claros y oscuros, brillantes y mortecinos, resplandecientes y apagados, jubilosos y tristes, tranquilos y apasionados, ¿cómo era capaz de despertar sentimientos que reflejaran la amplitud, la diversidad, el dramatismo, y la profundidad? ¿Quién puede responder a este tipo de preguntas? Sólo los propios cuadros... y cada espectador".
Artículo basado en textos e ilustraciones de la pág. web del museo Thyssen.
 
 

 

 

 

 

 
 


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