CLAUDE LORRAIN
LOS MATICES DE COLOR Y DE LUZ
He aquí un dibujo de Claude
Lorrain que nos ofrece una vista de la campiña romana. En conjunto se distinguen
varios planos: en el primero el suelo flanqueado por un macizo rocoso a la
izquierda, en el segundo una extensión de agua, en el tercero un paisaje de
colinas y en el cuarto el cielo. Los planos están superpuestos y parecen
escalonarse en profundidad. Pero
este dibujo no es una representación exacta de la realidad, tal como nos la
puede ofrecer una fotografía. Nos da la sensación de estar frente a un dibujo
de un campo real, pero hay algo más. ¿Y qué es ese algo más?
El artista emplea matices de color para
construir otro espacio, en el que nos situamos de otra manera que en la
naturaleza, pero cuya existencia no se puede poner en duda, ni tampoco nuestra
situación especial frente a él.
No se puede negar que ese
dibujo nos da sensación de profundidad, pero no solo nos da sensación de
profundidad. Nuestro ojo no se va solo al fondo, también nos lleva a la
superficie, a los diversos planos. En esta doble condición es como las formas
toman validez plásticamente.
El problema para el pintor
consiste en regular los matices de la luz y del color de tal suerte que, aunque
nos den la sensación de profundidad, no nos hagan perder la del plano. Así
procedió Lorrain haciendo una organización metódica en que los planos hacen de
pantalla unos respecto a otros. Al mismo tiempo que se desvía para sugerir la
profundidad, la superficie se endereza y, sensible como una membrana, obedece a
los mandatos del espacio, sin romperse ni romperlo nunca.
Para llegar al corazón de esta
metamorfosis, examinemos el dibujo en detalle:
aquí hay, ante todo bien delante el suelo con su macizo rocoso, más
lejos una extensión de agua, todavía más lejos las colinas coronadas por dos
castillos, y, por fin, en el horizonte el cielo. Entornando los ojos, es fácil
darse cuenta de que la sucesión de los planos se debe a la percepción de zonas
claras y oscuras que se respaldan unas a otras. ¿Pero cómo utiliza Lorrain los matices
o valores del color? Obsérvese que el contraste más fuerte se halla en el
encuentro del cielo con el macizo rocoso a la izquierda.
En
la realidad, tal contraste tendría como efecto provocar un violento resalte de
la parte sombría en detrimento de la parte clara.
Para evitar esta impresión de ruptura, Lorrain
modifica los términos del contraste. Por medio de manchas claras que dispone
sobre las rocas y delante de ellas, las acerca al cielo; al rodearse de valores
claros iguales, el macizo ya no resalta, ni tampoco cae en el fondo.
Por
extraño que parezca vemos que se instala en el espacio sin romper el pacto que
lo liga al plano.
Si se suprimen las manchas claras el
dibujo se disloca
Examinemos ahora la parte
central del dibujo y allí es donde, a primera vista, se escalonan los valores
intermedios en mayor número y la expresión de profundidad obra más vivamente
sobre el ojo del espectador.
En efecto, si se aísla la
colina de doble cima y el castillo de la izquierda, se ve bien que aquella está
detrás de este, pero si se les vuelve a colocar en el conjunto,
se comprueba que la colina es “empujada
hacia delante” por el valor sombrío de la nube que hay encima de ella, al mismo
tiempo que la “arrastra” en igual sentido la sombra de análogo valor que campea
en medio del agua.
En
cuanto a los dos castillos, que “empujan” el último termino hacia el fondo
claro, son a su vez empujados al tercer plano por la extensión clara del agua y
simultáneamente impulsados adelante por lo oscuro del suelo del primer plano.
¿Se quiere considerar todavía
la parte derecha del dibujo?
En el lugar en que la montaña
más alejada se destaca sobre un cielo claro, Lorrain tiene cuidado de
encuadrarla oscureciendo el cielo y oscureciendo aún más los boquetes al pie
del castillo; al hacerlo, compensa el efecto de alejamiento. Se observa un fenómeno
en el extremo de la derecha. Allí también, no hay más que comparar con la
fotografía para darse cuenta de la intervención del artista. La zona más
sombría del dibujo se halla en el centro de la región de árboles, mientras que
el primer plano está voluntariamente iluminado.
La profundidad no es
incompatible con la pintura. También en esto hay que entenderse. En la
realidad, los matices de luz y color se escalonan conforme a las leyes de la
óptica; al proporcionar al ojo puntos de referencia, es como si nos situaran
topográficamente en el espacio natural. En pintura, por el contrario, los
valores se convierten en agentes de expresión a condición de transformar este
efecto. Lo consiguen mediante un juego de pantallas que ordena la vista en
profundidad aun respetando el plano. Es en este espacio “imaginario” (puesto
que no existe en la naturaleza), pero al mismo tiempo “real” (puesto que existe
para nosotros), donde los objetos toman cuerpo; a él deben tanto su forma como
sus propiedades expresivas. Para describir la grandeza y la serenidad de la
campiña romana, Lorrain aviva la claridad de ciertos fulgores en el horizonte e
inventa otros en el primer plano, incluyendo rocas, nubes, castillos, ríos y
cielos en su lenguaje plástico.
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