(2) - REMBRANDT Y EL RETRATO EN
AMSTERDAM, 1590-1670
Este es el título de la magnífica exposición que nos
ofrece el Museo Nacional Thyssen-Bornemisza. En ella se nos presenta la
evolución del retrato en Holanda entre el 1590 y el 1670 de una manera clara y
muy didáctica. Es un gran ejemplo de cómo se debe presentar la evolución de una
faceta de la pintura.
Pero lo que más me ha gustado no ha
sido observar la evolución del retrato, si no la reflexión que he realizado
sobre la calidad del retrato y como un cambio de modelo o una nueva moda no
supone una mayor calidad.
Retrato colectivo
En
los Países Bajos se desarrolla mucho el retrato colectivo y llega a alcanzar
independencia como género pictórico en el siglo XVII. Los retratos de grupo se
hicieron populares entre un gran número de asociaciones cívicas que constituían
una parte destacada de la vida holandesa: guardias cívicas, regentes de instituciones
benéficas, corporaciones, gremios y comerciantes y otras
semejantes. Estos
cuadros colectivos se colocaban en las salas de reunión de las corporaciones.
(No
se sigue un orden cronológico en la presentación de las obras. Pretendo ir
mostrando la variedad de la calidad artística de las obras de la exposición)
La calidad de este tipo de retratos es variada. Unos son como
retratos individuales colocados uno al lado del otro, sin que haya la más
mínima interacción entre los personajes ni un trabajo de composición plástica.
En
este retrato no hay ningún centro visual, ni una disposición de las figuras que
obligue a la vista a ir de un lugar a otro. Todo es plano, todo es rígido.
Hasta el perro es rígido. Los que destacan un poco son los padres porque están
sentados y rompen la línea horizontal de las cabezas de las personas que están
a sus lados (¿hijo, hijas, nueras, yerno y nieto?
Este otro cuadro presenta algo más de movilidad. Los
personajes están unos detrás de otros y la luz que reciben va disminuyendo ¿La
importancia de los personajes está en relación con su lugar en el cuadro y con
la luz que reciben? El dinamismo plástico es pequeño. La vista se va al
personaje central y luego no sabe dónde ir. El personaje del fondo, con el brazo
levantado, está allí perdido, como castigado. Para mi gusto es un cuadro muy
hierático, demasiado estático.
En esta obra hay barullo, jaleo,
pero no hay orden. Cada personaje está en una posición que no tiene ninguna
relación con la de los que están a su alrededor. Están en “un diálogo de
besugos”, cada uno mirando hacia un sitio y hablando a alguien que no le
presta la mínima atención. Los únicos que están hablando son el tabernero y la
mujer del fondo, personajes perfectamente visibles pero que no forman parte del
retrato del grupo.
En este cuadro las cosas cambian. Los personajes están en
grupos, pero se están comunicando, están hablando entre ellos. No hay ningún
personaje principal, ningún centro de atención. La vista recorre todo el cuadro
Los personajes del primer plano forman un arco que nos
lleva sin dificultad de un extremo a otro, tanto por parte de los rostros
(amarillo claro) como por parte de las manos (amarillo dorado), en ambos
extremos se nos conduce la vista hacia los personajes de un lado y del otro.
En la derecha, la línea verde sube
desde la mano por el brazo hasta el hombro donde sigue por la línea ondulada de
rostros que tiene su correspondencia en el otro lado, donde la línea amarilla
se encuentra con la naranja para subir hacia los personajes de la parte trasera,
bien por los rostros, bien por la curva de la cortina.
Y podríamos seguir buscando líneas en la composición que nos llevan de otras maneras de unos personajes a otros. Las líneas en diagonales azules, conectan a los personajes del primer plano con los del segundo; pero las líneas no van todas en la misma dirección lo que hace romper la monotonía y que el cuadro gane en dinamismo.
Y podríamos seguir buscando líneas en la composición que nos llevan de otras maneras de unos personajes a otros. Las líneas en diagonales azules, conectan a los personajes del primer plano con los del segundo; pero las líneas no van todas en la misma dirección lo que hace romper la monotonía y que el cuadro gane en dinamismo.
En este otro retrato colectivo la
composición también nos obliga a un recorrido visual por todo el cuadro en el
que no hay puntos ciegos ni ningún punto central.
Los puntos que atraen la atención de
nuestra vista son los rostros, las manos y los cuellos y gorros blancos
Los rostros están según una línea
quebrada que tiene una cierta correspondencia con la línea que une las manos.
La figura que podría ocupar un lugar
más importante y ser más el centro del cuadro es la figura que tiene la cabeza
más alta, pero este centro queda disminuido por la menor luminosidad de su
rostro y de su cuello blanco. Luminosidad que el pintor ha aumentado, tanto en
el rostro como en los cuellos blancos de las dos mujeres que están a los lados.
La mujer que está a la derecha tiene una luminosidad intermedia en intensidad y
sobre todo en extensión lo que hace que no se nos vaya la vista a ella.
En este otro retrato colectivo se emplea una
composición pictórica similar al anterior en cuanto a que no hay una figura
central y que las caras, las manos y los blancos de los cuellos siguen unas
líneas que no dejan huecos y obligan a la vista a recorrer todo el cuadro.
Este retrato es más rico que los anteriores en su
composición y en la forma en que los diversos elementos están relacionados de forma
que nuestra vista tiene múltiples caminos para recorrer el cuadro y pasar de
unas partes a otras.
El pintor utiliza sabiamente los brillos en las telas, sobre todo en los brazos, para abrirnos caminos visuales hacia arriba y hacia abajo. Además, esas curvas de los brazos hacen que el cuadro no sea tan estático como algunos de los anteriores, y le da movilidad plástica.
El pintor utiliza sabiamente los brillos en las telas, sobre todo en los brazos, para abrirnos caminos visuales hacia arriba y hacia abajo. Además, esas curvas de los brazos hacen que el cuadro no sea tan estático como algunos de los anteriores, y le da movilidad plástica.
Este es un retrato familiar, en el que la familia está dentro
de su casa y también se quiere representar ésta. La vista se nos va a la tela
blanca que está sobre las piernas de la madre y a los “baberos blancos” de los
niños que están a su lado. El padre y el paciente y el hijo pasan más
desapercibidos y no veo una unión entre una parte y la otra. Y no digamos nada
de los personajes que están al fondo o en la puerta. Lo que hay en las paredes
está allí sin decir nada, solamente lo vemos si hacemos un esfuerzo por verlo. Los
cuadros que están bien compuestos y construidos, los diversos elementos obligan
a la vista a recorrer todo el cuadro queramos o no. Esa es una de las
características de un gran cuadro, aunque no la única.
En los retratos se representa a
personas y en las grandes obras maestras del retrato también se representa el
carácter, la forma de ser, el “alma” del retratado, pero eso lo han conseguido
muy pocos pintores, que “casualmente” han sido genios de la pintura. Y para
muestra un botón:
Este cuadro de Goya, lógicamente, no está en esta exposición,
pero invito a que busquen las analogía y diferencias con los que hemos visto
anteriormente y sobre todo intenten ver la forma de ser de casi todos los personajes.
Para mí es el mejor retrato colectivo que se ha pintado, aunque a veces tengo
dudas si no serán las Meninas de un tal Velázquez.
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