miércoles, 28 de agosto de 2024

YVES KLEIN - Monocromos azules

Yves Klein

          Yves Klein, (28 de abril de 1928 - 6 de junio de 1962)  fue un artista francés adscrito al movimiento neodadaísmo para unos, a la abstracción pura para otros, al minimalismo, y a otros muchos ismos, según el crítico que escribiese sobre él.   

        Con tan solo diecinueve años, Klein ya soñaba con conquistar el cielo. El azul vibrante del infinito fue su máxima inspiración y llegó a considerarlo su primera obra de arte, como si él hubiese descubierto el azul del cielo.

    Su primera aparición oficial tuvo lugar en 1955, con la exposición monocromática «Expresión del universo de color naranja plomo». A partir de ese momento fue conocido como “Yves el monocromo”. Su obra fue rechazada por los críticos debido a que, según su opinión, un solo color no bastaba para crear una pintura. Esos críticos parece que ignoraban la obra de Malewich “cuadro negro sobre negro” o “cuadro blanco sobre blanco”, obras a partir de las cuales, surgió una corriente de pintores que explorarían la monocromía y los cambios de color sutilísimos que se dan, o pueden dar, en los cuadros monocromos.

        De carácter inconformista y soñador, Klein imaginaba una pintura que conservase la magia, el brillo y la profundidad del cielo. El azul ultramar, de más allá del mar, se denomina así debido a que antiguamente se obtenía a partir del lapislázuli, una piedra preciosa que se traía desde Afganistán.
        Su fascinación por el color azul se inspira en el rosacrucianismo,  una secta  que viene de muy antiguo y en la que se  declara que  sus miembros se preparan para ser, algún día, modelos de perfección y bondad. Se consideran herederos espirituales de las Antiguas Escuelas de los Misterios que florecieron en Babilonia, Egipto, Grecia y Roma.

            Esta sociedad pretende desarrollar el alma, modificando la naturaleza inferior humana y haciendo crecer el sentimiento de amor en el interior de cada individuo, y este cambio se "proyecta como un azul sin límite, un vacío en el que... la unicidad divina prevalece". Estas ideas predicen "una época en la que se acabará la materia física y se volverá a una era de espíritu puro". Estas ideas  cautivaron a Klein, y le sirvieron para describir y dar sentido a la trayectoria general de su obra.

        En 1960, gracias a la ayuda de dos químicos, desarrollaron un aglutinante, una resina sintética, que consigue crear un disolvente donde se suspende el pigmento azul ultramar. La peculiaridad del azul Klein es el disolvente que permite que el color mantenga su intensidad característica. Una combinación perfecta que une ciencia y arte dando lugar a un color único, un color azul ultramar intenso y puro, conocido como International Klein Blue (IKB) o Azul Klein. Él estaba fascinado con la profundidad e intensidad del color, con la capacidad que presentaba de iluminar la materia e hizo del azul ultramar su sello de identidad.

            La primera exposición de azules monocromos se celebró en 1957 en Milán.

     La serie de pinturas azules combina el pensamiento especulativo de altos vuelos con la innovación técnica. Klein quería trascender la materialidad del cuadro y negarle todo sentido de superficie. Pensaba en el color azul como si fuera adimensional y quería crearlo equiparándolo a una pura evanescencia. Esa tonalidad tenía que ser captada por el ojo sin variaciones de intensidad, "como una única nota sostenida que saliera de una flauta". Solo entonces alcanzaría un nivel de abstracción próximo a la "nada de los objetos". Únicamente entones se convertiría en un "fenómeno de contemplación pura". Pero esto exigía una saturación de color equivalente al pigmento seco en su forma más pura, y Klein no tardó en descubrir que las herramientas tradicionales no le eran de utilidad. Empezó a utilizar rodillos y abandonó la pintura al oleo por una de las nuevas resinas sintéticas en tono mate. 

        Todo ello le permitió trabajar la intensidad del color por capas. En sus cuadros azules el pigmento siempre es el mismo, lo único que varía es la cantidad de pigmento. Mucho pigmento da azules más oscuros, menos pigmentos da azules más claro.

sábado, 17 de agosto de 2024

EMIL NOLDE: Burlándose de Cristo.

  EMIL NOLDE: Burlándose de Cristo.

    Emil Nolde (1867-1956) fue un pintor alemán, que perteneció a los grupos de los expresionistas alemanes denominados El Puente (Die Brücke)  y el Caballero Azul (Der Blaue Reiter), Esta etapa como pintor expresionista duró poco tiempo, pero pintó cuadros de gran calidad.

    Con el nazismo su obra fue incluida en el llamado "arte degenerado", dejó de pintar cuadros al oleo y se refugió en sus acuarelas, de las que hemos hablado en un artículo anterior.

        En 1908, nueve años después de conocer la obra de Van Gogh en París, Nolde pintó varias telas de intenso colorido y vigorosa pincelada. la más conocida es Jardín de Flores. En este cuadro las pinceladas parecen impulsadas hacia la superficie, a girar y a mezclarse entre ellas hasta lograr un inquieto y dinámico cúmulo de pintura que retoma las características del tema que representa. La pintura parece comportarse como un macizo de flores mecidas por una ligera brisa.

        Un año después, en 1909, pinta Burlándose De Cristo. Un cuadro que destila una sensación similar de apremio y movimiento o zarandeo pictórico; una sensación similar de abigarramiento. Pero aquí no es el viento el que zarandea unas flores, aquí es la burla, la ridiculización de Cristo lo que mueve la escena. 

        Cristo está como atrapado en el centro  de un grupo de personas de rostros grotescos. Una luz amarillenta ilumina la escena, una luz que parece surgir del cuadro, una luz que parece surgir de la disonancia que hay entre el amarillo naranja de la vestimenta de Cristo junto con los marrones rojizos de los que rodean a Cristo y el verde esmeralda que está en el rostro, y en el pecho y hombros de Cristo. Ese contraste es tan  fuerte que obliga a la vista a ir hacia allí, hacia el verde, pero también va a lo que le rodea. Y lo que rodea al verde es la acción del cuadro: las bocas burlonas y las miradas; bocas y miradas burlonas magníficamente expresadas mediante unos pequeños toques blancos, los blancos de los  dientes y de los ojos. Y esa burla va de un sitio a otro, circula alrededor de Cristo, un Cristo con la cara verde, los cabellos rojizos y una luz en su mirada que no se dirige a ninguna parte  que a mi me parece que no sale ni siquiera de él. 

        Este es un cuadro que permite detenerse muy detenidamente en él. Hay muchas preguntas a las que contestar: ¿por qué hay manchas amarillas en el verde de Cristo? ¿por qué el manto amarillo tiene manchas verdes?¿por qué los cabellos de Cristo son rojizos? Creo que en estas cuestiones está el expresionismo, lo que ha querido expresar  el pintor. Y él es el que podría darnos la respuesta, pero él ya no está para hacerlo.




      

    

jueves, 1 de agosto de 2024

Paul Gauguin: Mata Mua (Antaño)

 PAUL GAUGUIN : Mata Mua

         Paul Gauguin (1848 - 1903), fue un pintor francés reconocido después de su fallecimiento. Su trabajo fue de gran influencia para los vanguardistas franceses y para muchos otros artistas modernos, como Picasso y Matisse. El arte de Gauguin se volvió popular después de su muerte, parcialmente debido a los esfuerzos del comerciante de arte Ambroise Vollard, quien organizó exhibiciones de su obra casi al término de su carrera y póstumas en París.
         Su obra está considerada entre las más importantes de los pintores franceses del siglo XIX, y contribuyó decisivamente al arte moderno del siglo XX.  

        A finales de la década de 1880 Gauguin hizo sus incursiones en la teoría del color del puntillismo. No le iba mucho lo de las teorías, pronto lo dejó y prefirió la intuición a la ciencia. El desvinculó el color de la mera representación, y en este sentido, junto con Van Gogh, es el pintor más influyente de su época. El abrió los caminos del Fauvismo y del Expresionismo. 

        Este cuadro está compuesto a base de planos casi llanos y horizontales, cortados por el tronco de un árbol enorme que sorprende visualmente y desprende un cierto atractivo. Este árbol influye mucho en la observación al dividir la imagen en dos partes y convertirla en una representación que carece de centro dominante. Este árbol bien pudiera haber querido representar la divinidad masculina de la creación, que surge de la Tierra y llega a los cielos. No hay que olvidar que Gauguin marcha a Tahití buscando un paraíso perdido, un paraíso original bajo el influjo de los dioses antiguos, y que enseguida se interesa por la concepción del mundo de los indígenas.

         Este cuadro es un homenaje a la presencia en el mundo de la diosa oceánica femenina (Hina: la luna) y que es la encargada de los asuntos y tareas de las mujeres. El cuadro es como una celebración ritual. En primer lugar aparece el ámbito de la música, representado por la mujer que toca la flauta. El plano central está ocupado por las mujeres que están adorando a la diosa con el movimiento de sus cuerpos, con la danza. Y en la mitad superior de la obra están el bosque y las montañas, moradas de los dioses ancestrales.

        El color es el que hilvana el cuadro, el que le da coherencia y unidad. Es el que conduce la vista a través de los blancos de los vestidos de las mujeres, del anaranjado de los caminos, del amarillo del árbol central, del violeta de la montaña y de los verdes de la hierba. La vista no va a saltos, los colores la atraen, pues muchos son complementarios y se refuerzan y otros son variantes. Solo hay cuatro colores: blanco, rojo, azul y amarillo y todos los demás salen de las combinaciones de éstos. Pero es la distribución de los colores la que hace que la vista explore toda la extensión del cuadro sin un orden determinado, y sin saltos bruscos que dejen partes de la pintura sin explorar.