PAUL GAUGUIN : Mata Mua
A finales de la década de 1880 Gauguin hizo sus incursiones en la teoría del color del puntillismo. No le iba mucho lo de las teorías, pronto lo dejó y prefirió la intuición a la ciencia. El desvinculó el color de la mera representación, y en este sentido, junto con Van Gogh, es el pintor más influyente de su época. El abrió los caminos del Fauvismo y del Expresionismo.
Este cuadro está compuesto a base de planos casi llanos y horizontales, cortados por el tronco de un árbol enorme que sorprende visualmente y desprende un cierto atractivo. Este árbol influye mucho en la observación al dividir la imagen en dos partes y convertirla en una representación que carece de centro dominante. Este árbol bien pudiera haber querido representar la divinidad masculina de la creación, que surge de la Tierra y llega a los cielos. No hay que olvidar que Gauguin marcha a Tahití buscando un paraíso perdido, un paraíso original bajo el influjo de los dioses antiguos, y que enseguida se interesa por la concepción del mundo de los indígenas.
Este cuadro es un homenaje a la presencia en el mundo de la diosa oceánica femenina (Hina: la luna) y que es la encargada de los asuntos y tareas de las mujeres. El cuadro es como una celebración ritual. En primer lugar aparece el ámbito de la música, representado por la mujer que toca la flauta. El plano central está ocupado por las mujeres que están adorando a la diosa con el movimiento de sus cuerpos, con la danza. Y en la mitad superior de la obra están el bosque y las montañas, moradas de los dioses ancestrales.
El color es el que hilvana el cuadro, el que le da coherencia y unidad. Es el que conduce la vista a través de los blancos de los vestidos de las mujeres, del anaranjado de los caminos, del amarillo del árbol central, del violeta de la montaña y de los verdes de la hierba. La vista no va a saltos, los colores la atraen, pues muchos son complementarios y se refuerzan y otros son variantes. Solo hay cuatro colores: blanco, rojo, azul y amarillo y todos los demás salen de las combinaciones de éstos. Pero es la distribución de los colores la que hace que la vista explore toda la extensión del cuadro sin un orden determinado, y sin saltos bruscos que dejen partes de la pintura sin explorar.
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