sábado, 29 de marzo de 2014

GEORGES MATHIEU
Nacido en 1921 en Boulogne-sur-mer (Pas-de-Calais), fue el primer artista francés que reaccionó violentamente contra la abstracción geométrica.
A partir de 1947 organizó una serie de manifestaciones a favor de un arte liberado de todas las limitaciones y costumbres tradicionales, que denominó “abstracción lírica”, privilegiando el gesto, el movimiento y la emoción en la pintura.
En 1947 empieza a definir su pintura como una “no figuración física”, definición que terminó derivando en abstracción lírica de mayor éxito entre la crítica y que Mathieu colaboró a difundir como una reacción si se quiere violenta contra la abstracción geométrica nacida al otro lado del Atlántico. Una confrontación que le llevo incluso a reivindicarse como inventor de la técnica del dripping, es decir, el goteo de la pintura sobre el lienzo, técnica muy definitoria del estilo de Jackson Pollock, pintor que pasa por el ser el auténtico padre de la criatura.
        En París comenzó a exponer obras realizadas sobre la base de manchas espontáneas de color. Sin embargo, el sello distintivo de su producción sería la introducción a finales de la década de 1930 de trazos caligráficos sobre el lienzo.

Este nuevo proceder supuso a su pintura el calificativo de «pura manifestación del ser»; más pura cuanto mayor era la velocidad con la que el artista la creaba, convirtiendo su práctica pictórica en verdadero espectáculo al elaborar sus creaciones a gran escala, frente al público y en breve tiempo. Es ejemplo de esta forma de acción pictórico-pública, las obras realizadas a partir de 1954 donde Mathieu puso en escena pinturas a gran escala como obras teatrales, y que culminaron con el uso de 800 tubos de pintura para crear una pintura de 4 x 12 metros, delante de una audiencia de 2000 espectadores en el teatro Sarah Bernard de la capital francesa, hecho artístico este acaecido en 1956
      En estas acciones había  acompañamiento musical y coreografía generada en torno a la obra, y terminan originando una suerte de obra de arte total con una parte efímera en contraste con la materialidad del cuadro final.

Le gusta titular a sus obras con nombres de sucesos históricos reales, como nombres de batallas, lo que ha hecho que alguna vez se le haya definido como “pintor de batallas”, tomando en cuenta los títulos de los cuadros pero también la impresión de que los lienzos se convierten en auténticos campos de batalla entre el artista y sus propia inspiración, su propio momento creativo, e incluso la interacción con el ambiente. En los años 50 fueron muy populares los shows televisivos en los que se retransmitían en directo las acciones pictóricas de Mathieu.
En sus continuos viajes terminará por entrar en contacto con la caligrafía oriental, un elemento que dejará una huella muy visible en los lienzos del francés, generando unas obras de gran lirismo, de líneas sutiles trazadas sobre grandes superficies monocromas. Incluso mezclando los elementos se acuñó la expresión de “coreografía caligráfica”.

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