GEORGES MATHIEU
Nacido
en 1921 en Boulogne-sur-mer (Pas-de-Calais), fue el primer artista francés que
reaccionó violentamente contra la abstracción geométrica.
A
partir de 1947 organizó una serie de manifestaciones a favor de un arte
liberado de todas las limitaciones y costumbres tradicionales, que denominó
“abstracción lírica”, privilegiando el gesto, el movimiento y la emoción en la
pintura.
En 1947
empieza a definir su pintura como una “no figuración física”, definición que
terminó derivando en abstracción lírica de mayor éxito entre la crítica y que
Mathieu colaboró a difundir como una reacción si se quiere violenta contra la
abstracción geométrica nacida al otro lado del Atlántico. Una confrontación que
le llevo incluso a reivindicarse como inventor de la técnica del dripping, es
decir, el goteo de la pintura sobre el lienzo, técnica muy definitoria del
estilo de Jackson Pollock, pintor que pasa por el ser el auténtico padre de la
criatura.
En
París comenzó a exponer obras realizadas sobre la base de manchas espontáneas
de color. Sin embargo, el sello distintivo de su producción sería la
introducción a finales de la década de 1930 de
trazos caligráficos sobre el lienzo.
Este
nuevo proceder supuso a su pintura el
calificativo de «pura manifestación del ser»; más pura cuanto mayor era la
velocidad con la que el artista la creaba, convirtiendo su práctica pictórica
en verdadero espectáculo al elaborar sus creaciones a gran escala, frente al
público y en breve tiempo. Es ejemplo de esta forma de acción
pictórico-pública, las obras realizadas a partir de 1954 donde Mathieu puso en escena pinturas
a gran escala como obras teatrales, y que culminaron con el uso de 800 tubos de
pintura para crear una pintura de 4 x 12 metros, delante de una audiencia de
2000 espectadores en el teatro Sarah Bernard de
la capital francesa, hecho artístico este acaecido en 1956
En estas
acciones había acompañamiento musical y
coreografía generada en torno a la obra, y terminan originando una suerte de
obra de arte total con una parte efímera en contraste con la materialidad del
cuadro final.
Le gusta titular a sus obras con nombres de sucesos
históricos reales, como nombres de batallas, lo que ha hecho que alguna vez se
le haya definido como “pintor de batallas”, tomando en cuenta los títulos de
los cuadros pero también la impresión de que los lienzos se convierten en
auténticos campos de batalla entre el artista y sus propia inspiración, su
propio momento creativo, e incluso la interacción con el ambiente. En los años
50 fueron muy populares los shows televisivos en los que se retransmitían en
directo las acciones pictóricas de Mathieu.
En sus continuos viajes terminará por entrar en contacto con
la caligrafía oriental, un elemento que dejará una huella muy visible en los
lienzos del francés, generando unas obras de gran lirismo, de líneas sutiles
trazadas sobre grandes superficies monocromas. Incluso mezclando los elementos
se acuñó la expresión de “coreografía caligráfica”.
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