domingo, 2 de abril de 2023

Neoexpresionismo - Georg Baselitz

 

Neoexpresionismo - Georg Baselitz

        De mediados de los años 60 (1960) a mediados de los 70 (1970) los estilos pictóricos que predominan son el minimalismo y el arte conceptual.

        El minimalismo utiliza los elementos mínimos y básicos, como colores puros, formas geométricas simples, tejidos naturales, etc. Y casi junto al minimalismo surge el conceptismo o arte conceptual, para el que el concepto o la idea de la obra es más importante que la obra de arte como realidad visible. Estas dos corrientes artísticas se refuerzan mutuamente y en muchas ocasiones es muy dificil decir si una obra es arte conceptual o arte minimalista.

        Tanto las obras de unos como las de los otros suelen ser de muy alto contenido intelectual y muy simples en su realización. En ellas hay una disminución de la actividad del artista y un aumento de la actividad del espectador, en el que se pretende provocar un estímulo intelectual. El espectador tiene que pensar, una buena obra tiene que hacerle pensar.

        Aunque es una obra anterior a la época a la que nos estamos refiriendo, sirva como modelo Fuente, de Marcel Dichamp. Es un vulgar urinario al que le añadió una firma; y lo hizo con la intención de cuestionar la naturaleza del arte, dejando claro que cualquier cosa, que surja de una buena idea, podía ser arte. Haciendo que lo que realmente importe es lo que nos quiere dar a entender, lo que nos quiere llevar a reflexionar y no lo que en sí representa.

        Como reacción en contra de estas dos corrientes, que son las que dominan el panorama pictórico durante estos años, surge en Alemania el neoexpresionismo. Es en la exposición de Berlín de 1982, cuando se pude decir que esta nueva corriente tiene su presentación y su reconocimiento mundial. Los críticos hablan de “turbulencia, liberación, euforia, éxtasis, subjetividad, colores potentes y desinhibición”.

        

        Café Deutschland, 1978, Jörg Immendorff (Colonia, Museo Ludwig). Este cuadro que fue comenzado a finales de 1970, evoca abiertamente la partición de Alemania y elabora un regreso nostálgico a motivos utilizados por los primeros expresionistas. 

       En los tratados de arte se citan como características del neoexpresionismo su agresividad, sus temas descarnados y duros y la aparición de imágenes fácilmente reconocibles como el cuerpo humano, generalmente dibujadas de manera muy burda.

Café Deutschland, 1978, de Jörg Immendorff. Este cuadro evoca  la partición de Alemania y elabora un regreso nostálgico a motivos utilizados por los primeros expresionistas.

    El neoexpresionismo deja a un lado la valoración del concepto de la obra en detrimento de cualquier sentido de espontaneidad, el neoexpresionismo se propone retomar la figuración desde un tratamiento violento y primitivo, con pinceladas vigorosas y colores contrastantes, y en esa pincelada cargada, empastada, a veces notamos que la pintura se ha mezclado con arena, yeso, paja u otros materiales para darle más cuerpo.

Nothung, 1973, de Anselm Keifer. La espada de Siegfried, héroe mítico Wagner que Hitler admiraba, clavada en el suelo, evoca los oscuros días de la Segunda Guerra Mundial.

        Crearon obras de gran formato, abordaron temáticas que podríamos calificar como descarnadas, a veces de índole sexual (el cuerpo humano está muy presente). Fue el primer movimiento de postguerra en abordar sin miedos, la época nazi. 


Ejecución, 1992, Markus Lüpertz (París, Centro Pompidou). Este cuadro forma parte de un ciclo dedicado al tema de la guerra. El artista se inspira en una fotografía de la ejecución de un desertor de la Wehrmacht.

Estos pintores conservan la disposición tradicional de la composición, y haciendo honor a su nombre, muestran el espíritu expresionista: distorsión del objeto o figura representada en función de transmitir sentimientos, estados de ánimo. Para ellos las pinceladas de Van Gog aún están ahí.

       Hay quienes consideran el neoexpresionismo como parte del comienzo de la posmodernidad. La postmodernidad definida en pocas palabras como el fin de la modernidad, el fin de la creencia en el progreso y el fin de la evolución espiritual del ser humano. Se acabaron las utopías, las grandes causas, las banderas. El artista posmoderno es individualista, ya no es parte de un “movimiento que va a cambiar el mundo”. Signifique o no el comienzo de una “nueva era”, podemos descubrir a simple vista que en esas pinturas impulsivas hay una vuelta a lo primitivo, al instinto, al origen del hombre.

        En este contexto aparece Georg Baselitz, un pintor nacido en Deutschbaselitz, Alemania en 1938, y se le considera el pionero y uno de los fundadores del estilo que se ha dado en llamar el neoexpresionismo alemán, que rompen con la abstracción y el minimalismo para volver a la figuración. Es conocido por pintar retratos y paisajes al revés, cabeza abajo.

        Baselitz creció en medio de la destrucción de la Segunda Guerra Mundial, hecho que marcó su vida y su obra: “nací en el contexto de un orden destruido, paisajes destruidos, gente destruida, una sociedad destruida. No era mi oficio restaurar el orden , ya yo había vivido suficiente ese orden, así que empecé a cuestionarlo todo y comencé de nuevo.”   Y a partir de los años 70, su manera de cambiar el mundo con la mirada es "dar vuelta ese mundo".

        Al pintar su composición al revés, los troncos de los árboles parecían crecer fuera de la parte superior del lienzo, mientras que las ramas desnudas ocupaban el fondo del espacio, dando a la obra de arte una sensación misteriosa.
        La razón que Baselitz tenía para cambiar su tema era frustrar a los espectadores en su capacidad de reconocer fácil e instantáneamente los objetos que representaba. Si bien algunas de las características de esta obra  son similares a las que se encuentran en cuadros anteriores, Baselitz logró hacerlas de importancia secundaria en esta pintura.

        Pero no lo hace de una manera fácil, como sería dar vuelta los cuadros, sino que empieza a pintar al revés (durante décadas producirá gran parte de su obra trabajando de esta manera). Y logra entonces algo clave para el proceso creativo: si bien su idea es alejarse de la abstracción pura, tampoco deja que la figura sea la protagonista, y al pintarla al revés, ésta deja de predominar en el proceso, deja de ser valiosa en sí misma, y lo que prevalece es lo que expresa el artista en su "actitud" al pintar.

        Baselizt volvió a la figura humana y abrazó lo "asocial, lo loco, lo desviado y lo amoral". Empleando una paleta cruda, el artista transmitió emociones crudas, evocando principios del expresionismo alemán y categorías que habían sido "consideradas 'degeneradas' durante el Tercer Reich" (Shulamith Behr, Georg Baselitz, catálogo de la exposición, Royal Academy of Arts, Londres, 2007).

    "Las primeras pinturas que hice con ... una imagen concreta... no eran cabezas, en el sentido de retratos, sino algo así como una imagen que tiene una cabeza en su centro... La forma de convertir una idea en realidad, la forma más sencilla, es hacer una cabeza... La cabeza nunca es un retrato, es simplemente el vehículo de mis ideas artísticas". 'Georg Baselitz en conversación con Jean-Louis Froment y Jean-Marc Poinsot' de 2009-2010,

        Le preguntaron a Baselit ¿Por qué pinta a sus sujetos cabeza abajo? Y esta fue su respuesta:  "En los años 50 en Berlín del Este podías ser artista abstracto o realista, si eras abstracto te asociaban con el capitalismo y si eras realista con el socialismo, así que decidí buscar otra opción y lo conseguí volteando mis obras”.

        Sin duda, estos retratos al revés expresan una visión crítica y disidente de la realidad. Rompen las interpretaciones convencionales del hombre. En distintas ocasiones, ha dicho también que quiso quitarle significado a la figura humana y dejar que el espectador sólo obtuviera la emoción en carne viva a través del trazo, colorido y densidad de la pintura sobre el lienzo.

    Baselitz tituló esta obra Adieu (Adiós), insistiendo en que los espectadores deberían concentrarse en las líneas y marcas de la pintura en lugar de su parecido con la realidad. Trabajó en esta pintura durante varias semanas, ajustando repetidamente la posición de las dos figuras separadas entre sí. El título Adieu refleja esta sensación de una separación creciente: "uno de ellos está solo la mitad allí, mientras que el otro se va", escribió el artista. Cuando se le preguntó sobre el fondo de tablero de ajedrez, Baselitz recordó que "la bandera de salida de una carrera de Gran Premio flotaba en mi imaginación".

No hay comentarios:

Publicar un comentario