James Whistler
James Abbott McNeill Whistler (1834 – 1903) fue un estadounidense que realizó su obra en Francia e Inglaterra. Su obra se mueve entre el impresionismo y el simbolismo, y es un ejemplo del movimiento esteticista, movimiento que considera que el arte debe exaltar la belleza, por encima incluso de temas morales y sociales.
La sociedad victoriana consideraba que el arte debía servir a una función social y/o moral, pero el impulsivo y peleador Whistler pensaba diferente. Creía en “el arte por el arte mismo” y rechazaba todo tipo de juicio del artista sobre la realidad que reflejaba. Más allá aun, Whistler sostenía que la realidad, en sí misma, era desordenada. El mismo dice que “la naturaleza está muy pocas veces en lo correcto” y que la misión del artista es la de “llevar el caos a una gloriosa armonía”.
En 1866, comienza a pensar en su serie de “nocturnos”, pinturas que retratarán, por 10 años, vistas tranquilas del rio Támesis por la tarde o noche.
Este es el primero de los Nocturnos de Whistler. Con estas mágicas obras el pintor pretendía transmitir la belleza del Támesis por la noche, su calma, su intimidad.
Al pintor le dio por pintar esta obra, cuando vio en el río un resplandor de rara transparencia una hora antes del atardecer. En su estudio se apresuró a intentar transmitir lo que había visto y se puso a pintar sobre una imprimación de color gris oscuro, aplicando finísimas capas de pigmento para intentar crear una sensación de luminosidad.
Lo hizo todo siguiendo líneas horizontales, que al final son las que consiguen dar esa sensación de calma y seguridad, de tranquilidad nocturna.
En primer plano, vemos dos trazos: uno horizontal y otro vertical. Los mismos representan a una barcaza y un pescador mirando hacia ella, respectivamente. En el fondo, vemos la silueta de la ciudad, con sus fábricas, ventanas iluminadas y la torre de la iglesia. Las formas se reflejan en el rio, dándo a la obra un aura de misterio. La composición carece de perspectiva y es estrictamente bidimensional. Ello se asocia a la influencia de la pintura japonesa en el artista, tradicionalmente plana.
Whistler transforma la fachada industrial de la ciudad en un hermoso paisaje de ensueño. Así, coherente con su misión, reformula el caos y lo hace armónico.
Este cuadro de los fuegos artificiales en el cielo nocturno de Londres es casi abstracto (adelantándose unas décadas al movimiento). Whistler apenas define nada; Sólo con unas manchas nos trasmite la esencia de una de esas noches en los Cremorne Gardens de Chelsea.
Unos tonos oscuros, unas pinceladas doradas, y el artista consigue el milagro de transportarnos a los jardines a donde iban los londinenses a divertirse por la noche a finales del siglo XIX.
Al verlo ahora nos damos cuenta de sus cualidades, pero cuando se expuso en 1877 la opinión era distinta. Nadie vio un arte adelantado a su tiempo sino un sinsentido de pintura esparcida arbitrariamente por el lienzo.
En los últimos años de su vida, desarrolló aún más el concepto de arte como pura experiencia estética y como fin en sí mismo, independiente del objeto representado.
James Whistler muestra una total indiferencia por el motivo: lo que le atrae son las reflexiones técnicas y experimentales sobre el color y el dibujo.
En sus últimos cuadros el objetivo de Whistler es crear un estado de ánimo o una atmósfera, más que sugerir un tema. Sus cuadros suponen una posición intermedia entre el periodo romántico y el paisaje «mental» de las vanguardias.
Sus nocturnos suelen ser obras maestras de la tonalidad, y son la mayor contribución de Whistler al arte moderno. Sus cuadros preparan el camino hacia el expresionismo abstracto de Rothko.
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