Neoexpresionismo
- Georg
Baselitz
De
mediados de los años 60 (1960) a mediados de los 70 (1970) los
estilos pictóricos que predominan son el minimalismo y el arte
conceptual.
El
minimalismo utiliza los elementos mínimos y básicos, como colores
puros, formas geométricas simples, tejidos naturales, etc. Y casi
junto al minimalismo surge el conceptismo o arte conceptual, para el
que el concepto o la idea de la obra es más importante que la obra
de arte como realidad visible. Estas
dos corrientes artísticas se refuerzan mutuamente y en muchas
ocasiones es muy dificil decir si una obra es arte conceptual o arte
minimalista.
Tanto
las obras de unos como las de los otros suelen ser de muy alto
contenido intelectual y muy simples en su realización. En ellas hay
una disminución de la actividad del artista y un aumento de la
actividad del espectador, en
el que
se
pretende provocar un estímulo intelectual. El
espectador tiene que pensar, una buena obra tiene que hacerle pensar.
Aunque
es una obra anterior a la época a la que nos estamos refiriendo,
sirva como modelo Fuente, de Marcel Dichamp.
Es
un vulgar urinario al que le añadió una firma; y lo hizo con la
intención de cuestionar la naturaleza del arte, dejando
claro que cualquier cosa, que
surja de una
buena idea, podía ser arte. Haciendo que lo que realmente importe es
lo que nos quiere dar a entender, lo que nos quiere llevar a
reflexionar y no
lo que en sí representa.
Como
reacción en contra de estas dos corrientes, que son las que dominan
el panorama pictórico durante estos años, surge en Alemania el
neoexpresionismo. Es
en la exposición de Berlín de 1982, cuando se pude decir que esta
nueva corriente tiene su presentación y su reconocimiento mundial.
Los críticos hablan de “turbulencia, liberación, euforia,
éxtasis, subjetividad, colores potentes y desinhibición”.
Café Deutschland, 1978, Jörg Immendorff (Colonia, Museo Ludwig). Este cuadro que fue comenzado a finales de 1970, evoca abiertamente la partición de Alemania y elabora un regreso nostálgico a motivos utilizados por los primeros expresionistas.
En
los tratados de arte se citan como características del
neoexpresionismo su agresividad, sus temas descarnados y duros y la
aparición de imágenes
fácilmente reconocibles como el cuerpo humano, generalmente
dibujadas de manera muy burda.
Café
Deutschland,
1978, de Jörg
Immendorff. Este cuadro evoca la partición de Alemania y elabora un regreso
nostálgico a motivos utilizados por los primeros expresionistas.
El
neoexpresionismo deja a un lado la valoración del concepto
de la obra en detrimento de cualquier sentido de espontaneidad, el
neoexpresionismo se propone retomar la figuración desde un
tratamiento violento y primitivo, con
pinceladas vigorosas y colores
contrastantes, y
en esa pincelada cargada, empastada, a veces notamos que la pintura
se ha mezclado con arena, yeso, paja u otros materiales para darle
más cuerpo.
Nothung,
1973, de Anselm
Keifer. La espada de Siegfried, héroe mítico Wagner que Hitler admiraba,
clavada en el suelo, evoca los oscuros días de la Segunda Guerra
Mundial.
Crearon
obras de gran formato, abordaron temáticas que podríamos calificar
como descarnadas, a veces de índole sexual (el cuerpo humano está
muy presente). Fue
el primer movimiento de postguerra en abordar sin miedos,
la
época
nazi.
Ejecución, 1992, Markus Lüpertz (París, Centro Pompidou). Este cuadro forma parte de un ciclo dedicado al tema de la guerra. El artista se inspira en una fotografía de la ejecución de un desertor de la Wehrmacht.
Estos
pintores conservan
la disposición tradicional de la composición, y
haciendo honor a su nombre, muestran el espíritu expresionista:
distorsión del objeto o figura representada en función de
transmitir sentimientos, estados de ánimo.
Para
ellos las pinceladas de Van Gog aún están ahí.
Hay
quienes consideran el neoexpresionismo como parte del comienzo de la
posmodernidad. La postmodernidad definida en pocas palabras como el
fin de la modernidad, el fin de la creencia en el progreso y el fin
de la evolución espiritual del ser humano. Se acabaron las utopías,
las grandes causas, las banderas. El artista posmoderno es
individualista, ya no es parte de un “movimiento que va a cambiar
el mundo”. Signifique o no el comienzo de una “nueva era”,
podemos descubrir a simple vista que en esas pinturas impulsivas hay
una vuelta a lo primitivo, al instinto, al origen del hombre.
En
este contexto aparece Georg
Baselitz, un pintor nacido en Deutschbaselitz, Alemania en 1938, y
se le considera el pionero y uno de los fundadores del estilo que se
ha dado en llamar el neoexpresionismo alemán, que rompen con la
abstracción y el minimalismo para volver a la figuración.
Es conocido por pintar retratos y paisajes al revés, cabeza abajo.
Baselitz
creció en medio de la destrucción de la Segunda Guerra Mundial,
hecho que marcó su vida y su obra: “nací
en el contexto de un orden destruido, paisajes destruidos, gente
destruida, una sociedad destruida. No era mi oficio restaurar el
orden , ya yo había vivido suficiente ese orden, así que empecé a
cuestionarlo todo y comencé de nuevo.”
Y a partir de los años 70, su manera de cambiar el
mundo con la mirada es "dar vuelta ese mundo".
Al
pintar su composición al revés, los troncos de los árboles
parecían crecer fuera de la parte superior del lienzo, mientras que
las ramas desnudas ocupaban el fondo del espacio, dando a la obra de
arte una sensación misteriosa.
La
razón que Baselitz tenía para cambiar su tema era frustrar a los
espectadores en su capacidad de reconocer fácil e instantáneamente
los objetos que representaba. Si bien algunas de las características
de esta
obra son
similares a las que se encuentran en cuadros
anteriores,
Baselitz logró hacerlas de importancia secundaria en esta pintura.
Pero
no lo hace de una manera fácil, como sería dar vuelta
los cuadros, sino que empieza a pintar al revés (durante décadas
producirá gran parte de su obra trabajando de esta manera). Y logra
entonces algo clave para el proceso creativo: si bien su idea es
alejarse de la abstracción pura, tampoco deja que la figura sea la
protagonista, y al pintarla al revés, ésta deja de predominar en el
proceso, deja de ser valiosa en sí misma, y lo que prevalece es lo
que expresa el artista en su "actitud" al pintar.
Baselizt
volvió
a la figura humana y abrazó lo "asocial,
lo loco, lo
desviado
y lo amoral".
Empleando una paleta cruda, el artista transmitió emociones crudas,
evocando principios del expresionismo alemán y categorías que
habían sido "consideradas 'degeneradas' durante el Tercer
Reich" (Shulamith
Behr, Georg
Baselitz,
catálogo de la exposición, Royal Academy of Arts, Londres, 2007).
"Las
primeras pinturas que hice con ... una imagen concreta... no eran
cabezas, en el sentido de retratos, sino algo así como una imagen
que tiene una cabeza en su centro... La forma de convertir una idea
en realidad, la forma más sencilla, es hacer una cabeza... La cabeza
nunca es un retrato, es simplemente el vehículo de mis ideas
artísticas".
'Georg
Baselitz en conversación con Jean-Louis Froment y Jean-Marc Poinsot'
de 2009-2010,
Le
preguntaron a Baselit ¿Por
qué pinta a sus sujetos cabeza abajo?
Y esta
fue su respuesta: "En los años 50 en Berlín del Este podías ser artista abstracto o realista, si eras abstracto te asociaban con el capitalismo y si eras realista con el socialismo, así que decidí buscar otra opción y lo conseguí volteando mis obras”.
Sin duda, estos retratos al revés expresan una visión crítica y
disidente de la realidad. Rompen
las interpretaciones convencionales del hombre. En distintas
ocasiones, ha dicho también que quiso quitarle significado a la
figura humana y dejar que el espectador sólo obtuviera la emoción
en carne viva a través del trazo, colorido y densidad de la pintura
sobre el lienzo.
Baselitz
tituló
esta obra Adieu
(Adiós),
insistiendo en que los espectadores deberían concentrarse en las
líneas y marcas de la pintura en lugar de su parecido con la
realidad. Trabajó en esta pintura durante varias semanas, ajustando
repetidamente la posición de las dos figuras separadas entre sí. El
título Adieu refleja
esta sensación de una separación creciente: "uno de ellos está
solo la mitad allí, mientras que el otro se va", escribió el
artista. Cuando se le preguntó sobre el fondo de tablero de ajedrez,
Baselitz recordó que "la bandera de salida de una carrera de
Gran Premio flotaba en mi imaginación".