ARTE ROMÁNICO: SAN GREGORIO
LA
DEFORMACIÓN EN EL ARTE
Uno
de los problemas que más irritan al gran público cuando contempla determinadas
obras de arte es la deformación. Sobre todo la deformación del cuerpo humano.
Para gran parte del público los artistas románicos no sabían ni pintar ni
dibujar.
Observemos
esta miniatura de San Gregorio de la abadía de Saint-Amand. El santo tiene el
cuerpo plano, la cabeza pequeña, las rodillas demasiado bajas, las piernas
separadas, las manos atrofiadas. Aquí la deformación roza con la deformidad. Y
es verdad que la figura del santo es deforme en tanto que se la compare con la
idea que se tiene de un hombre. Pero si se aprecia en la perspectiva del arte,
todo cambia.
¿Qué
se propone el pintor? Evidentemente hacer el retrato del papa Gregorio. ¿Pero
qué retrato? La pregunta parece absurda. ¿No es un retrato la reproducción de
los rasgos del modelo? Tal idea no tiene sentido aquí, pues el aspecto exterior
del personaje difícilmente podría dar a conocer la formidable presencia de este
hombre que fue uno de los más grandes papas de la iglesia, que logró salvar
Roma del hambre e hizo levantar el sitio a los lombardos, que consiguió poner
término a los progresos de las herejías, que siguió con la propagación del
cristianismo y que renovó completamente la liturgia y la música occidentales.
Seis siglos más tarde el artista lo que quiere es expresar la grandeza de este ser prestigioso y el poder
sobrehumano que Dios le concedió. PERO LA
INTENCIÓN NO BASTA PARA HACER UNA OBRA DE ARTE, HAY QUE CONTAR CON LA FORMA.
Deliberadamente
el artista decide pintar a San Gregorio solo, de cuerpo entero, ocupando toda
la página de un libro, esta pintura es una miniatura. Pero no pinta a la buena
de Dios, la expresión de poder exige un cambio de proporciones. Reduce la
cabeza, las piernas y los brazos, disminuyendo las extremidades en beneficio
del centro, pero como opera en dos dimensiones
y no puede recurrir a los volúmenes desarrolla el tronco en altura. Esta
deformación resultaría chocante si el artista aumentase mecánicamente al cuerpo
lo que quita a los miembros. Pero véase con que cuidado transforma el espacio.
Por una parte, introduce elementos de estabilidad, representados sobre todo por
las figuras geométricas como el rectángulo del fondo, el del asiento, el del
libro, el disco de la aureola, la horquilla del palio, líneas rectas, etc., y
por otra, asocia elementos móviles como las curvas del peinado, barba, cuello,
parte baja del ropaje, roleos del fondo y sobre todo numerosos pliegues que
caen en cascada por la ropa, serpentean
en las mangas y se enroscan alrededor de las rodillas. Estas dos clases de
elementos engendran relaciones que naturalizan la deformación y hacen una asimilación plástica.
A medida que vamos
suprimiendo los elementos que equilibran las desproporciones, éstas se notan
más. Cuando suprimimos muchos de esos elementos en la figura se aprecia mejor
como todos los elementos suprimidos ayudan a neutralizar la deformación del
tronco y del resto del cuerpo. En la última fotografía, como es en la que más
elementos se han suprimido, la desproporción es más evidente.
Véase
la manera en que el palio, gracias a la banda vertical lisa, mantiene la caída
de los pliegues. Es, con otros medios, el mismo efecto de las mangas, cuyas
aberturas, por el juego de rectas se hacen tan rígidas como un trozo metálico,
mientras el resto de las vestiduras parece caer descuidadamente.
Aunque
el espacio de esta miniatura está ligado a la superficie de la página, en modo
alguno la figura está agarrotada. El
juego de las equivalencias plásticas lo anima. Veamos cómo trata la parte baja
del personaje. A la derecha, los pliegues que se abren en abanico por debajo de
la rodilla son cogidos en los bordes de la vestidura por una línea recta que les
da firmeza. A la izquierda, en cambio, donde los pliegues corren como el agua
en la parte baja del vestido, es el motivo de pasamanería el que restablece el
equilibrio gracias a su rigidez.
Aun hay relaciones más sutiles. ¿Se ha notado
que el libro abierto y la cabeza del santo harían inclinar la pintura a la
derecha si el eje del palio no los enderezase a nuestros ojos?
La
meseta del banco contribuye también a esta corrección plástica pues su extremo
derecho se oculta, mientras que a la izquierda nos muestra el artista se
testero para lastrar esa parte.
Aquí hemos suprimido el eje del
palio y el respaldo del asiento con lo que la figura tiende a irse hacia la derecha
del observador. El eje del medio, así como el respaldo, ayudan a equilibrar la
figura.
Los
rasgos personales del Papa ceden el sitio a la verdad del santo. ¿Quién dudaría
ahora de su poder? Pero ésta no nos es dicha ni descrita. Llega a ser una
verdad expresada cuya fuerza experimentamos y cuyo sentido comprendemos por la
sola aportación de medios plásticos. Su poder y su grandeza se ha traducido al
lenguaje plástico.