DEGAS
Uno de los temas en los que Degas
trabajó fue el de las carreras de caballos. Sobre ellas, y sobre el hipódromo,
realizó numerosos cuadros. Son cuadros que casi nunca transcurren en entornos
concretos, son cuadros en los que hay un mundo bullicioso que se convierte en
excusa para los juegos luminosos y fugaces de sus cuadros.
En
este cuadro, que es el que vamos a comentar, Degas utiliza figuras que ya han
aparecido en otros cuadros. El cuadro se convierte así en algo construido por
el pintor y no en la reproducción de algo visto.
En el siguiente cuadro obsérvese como el
caballo que va corriendo y el caballo del primer plano son los que están en el
cuadro anterior.
En
el cuadro que comentamos, todo ocurre como si esta escena pudiera suceder
en cualquier momento. Da la impresión de que los caballos y el carro acaban de
irrumpir en ese espacio.
Solo
el caballo que aparece a nuestra izquierda se mueve rápidamente, pero el tren
que recorre el fondo le acompaña con la impresión de movimiento que da el humo
de la locomotora.
El
carro y los personajes que están a nuestra derecha, que ocuparon en otro
momento, el centro de la composición, están a punto de desaparecer por nuestra
derecha. Cada uno de ellos corresponde a un esquema compositivo diferente, todo
parece el resultado de algo casual, pero no hay nada de improvisación ni
casualidad. Hay unas relaciones dinámicas conseguidas a través de la
superposición de las figuras, de la oposición entre varias de ellas (unas van
en un sentido y otras en el opuesto) y en su fragmentación, que hace que las
figuras parece que están desapareciendo o apareciendo en el espacio plástico
del cuadro. De esta forma Degas consigue la sensación de movimiento y ajetreo
que hay en las carreras de caballos. Degas trabaja con los contrastes.
En este cuadro no hay sombras, no las
necesita para producir animación. Los colores individuales individualizan las
formas lo suficiente para que no queden sumidas en el caos compositivo.
Los contrastes continúan en un juego de
sombreros de los personajes que están a la derecha. Por un lado está el austero
sombrero del hombre y por otro las formas etéreas y extravagantes del sombrero
femenino.
Y todo el aparente caos informal, la
visión dinámica del momento, el ritmo en el que se mueven los personajes,
contrastan con la quietud del fondo, formado a base líneas y planos paralelos a
la superficie del cuadro: los espectadores, el plano terroso de la vía del tren
y el horizonte alto que cierra el cuadro.
En definitiva, un cuadro en el que Degas
ha sabido dar la sensación de ajetreo y movimiento propios de un hipódromo con
medios puramente plásticos.
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